El próximo fin de semana, 28 y 29 de septiembre, nuestra Diócesis se llena de alegría al acompañar a nuestros hermanos Valeriano Antoñanzas y a Carlos Ignacio Peré a recibir el orden sacerdotal y el diaconado, para seguir ofreciendo su vida a Dios desde el ministerio ordenado.
Valeriano Antoñanzas: “ Dios te ama por ser cristiano, pero si además das ese paso y te acepta y te quiere, supone una alegría inmensa”
1. ¿Cómo estás viviendo estos momentos previos a la ordenación?
Bastante tranquilo, ilusionado y contento, pero si es cierto que cuanto más se acerca la fecha, entre el cariño de la gente, amigos, compañeros, los regalos que vas recibiendo, me hace ponerme un poquito más nervioso. Pero lo estoy viviendo con bastante tranquilidad.
2. Todo este tiempo has sido diacono permanente en la Diócesis, ¿Qué te lleva a dar este paso?
Lo mismo que me llevó a ser diácono permanente, el cariño que le tengo a la Diócesis, que es mi casa, y que viene con toda la ilusión siendo diácono a echar una mano en aquello que era mi labor profesional. Y bueno, ahora de cara al sacerdocio, pienso que puedo hacer más labor, puedo entregarme más a la gente, puedo servir más a la iglesia.
3. ¿De qué personas y acontecimientos se ha servido el Señor para que llegues a este momento?
Esto tiene su historia, cuando me empecé a integrar haciendo cosas en mi parroquia, en San Andrés en Calahorra, tuve un sacerdote, D. Carmelo Gutiérrez, me ayudó muchísimo, íbamos a unas charlas con él e hizo que me fuese calando. Siempre, desde que tengo uso de razón, especialmente desde los 30 años, he tenido un sentimiento profundo a este misterio, eso es algo que me lo ha regalado Dios. Tenía una admiración por ver la grandeza de Dios, que ha creado este mundo, que se hace hombre, que viene a salvarnos, y a mí esto me admiraba y sorprendía, y por supuesto, me lo creía. Esto, más las charlas de este hombre y la dirección espiritual que me dio durante un tiempo, me ayudó muchísimo.
Después, mi amigo y compañero, D. Pedro Hernández, párroco de Santiago en Calahorra, donde he estado unos 35 años haciendo labor en la parroquia, también ha sido una persona que ha contribuido a todo esto, y quizás, el pistoletazo de salida para ser diácono fue de D. Juan José Omella. En ese tiempo, yo ya estaba en la Facultad de Burgos, haciendo formación, y él me dio el empujón de decirme “Oye, llevas en la Iglesia trabajando toda la vida y estás preparado, ¿ qué te parece si das el paso?
4. ¿Qué supone para ti ser ordenado sacerdote?
Supone una alegría tremenda, la mayor cosa alcanzada en mi vida. Supone una gran satisfacción y que Dios me ama, porque si no me amara, me lo habría dejado claro. Y esto es algo que he trabajado bastante en los últimos ejercicios que he vivido, darte cuenta de que Dios no te ama más por ser sacerdote, te ama por ser cristiano, pero si además das ese paso y te acepta y te quiere, supone una alegría inmensa y una meta que años atrás yo no hubiera imaginado.
5. Imagino que habrás tenido algunas dudas
He tenido sobre todo a lo primero, ese atisbo primero de fe y vocación, pero nunca han sido dudas que me han apartado de nada, dudas fuertes, que me hayan hecho desistir. Gracias a Dios, ahí he estado y he superado las dudas.
6. Ahora recibirás un nuevo encargo pastoral ¿Cómo afrontas esta nueva etapa?
Afronto esta nueva etapa con muchas ganas, con ilusión, queriendo obedecer a mi obispo en lo que él crea conveniente. Ahora estoy en la economía diocesana, creo que seguiré ahí, pero lo que el obispo diga, yo lo haré con toda la alegría del mundo.
Nacho Peré: “La ordenación me configura con Cristo Servidor que es a quien me consagro”
El domingo 29 de septiembre, Carlos Ignacio Peré recibirá el diaconado en la capilla del Seminario Diocesano de Logroño.
1. ¿Cómo estás viviendo estos momentos previos a la ordenación?
Con muchas ansias, pero no ansioso como cuando ya se huele el chuletón que nos vamos a comer. Me siento como quien va a llegar al final de etapa en el Camino. Sé que me queda por aprender.
2. ¿Qué supone entrar en este tiempo de diaconado?
Yo lo veo como un desposorio, que lo es. Aunque prefiero no compararlo con el matrimonio, porque es distinto. Sí que veo que voy a tener una nueva familia, que se une a la que ya tengo.
Pero a esta familia serviré desde un puesto especial, y no me jacto porque lo he recibido. Lo agradezco al Origen de todos los dones. Mi lugar es el de un servicio especial para el que me consagro. La ordenación me configura con Cristo Servidor que es a Quien me consagro.
Es, además, porque mi vocación es al sacerdocio, una etapa previa a ello. En esto se distingue del diaconado permanente. En mi caso, seré diácono transitoriamente.
3. ¿Cuáles son las tareas de las que podrás encargarte ahora?
Bendecir, leer el Evangelio, servir a los sacerdotes en el Altar. Y una que se suele olvidar es la de rezar por el Pueblo de Dios. Sí, todos rezamos por todos, eso es la comunión de los santos. La novedad es que, cuando se reciben las Sagradas Órdenes, se adquiere la obligación de rezar la Liturgia de las Horas. En el Seminario ya lo hacemos, pero tendré esta obligación como los esposos tienen que amarse y cuidarse.
4. Imagino que habrás tenido tus dudas ante este nuevo paso
Siempre voy a dudar de mí mismo porque lo que se necesita es imposible para cualquiera. Pero para Dios, nada es imposible. De Él no dudo, de mí siempre dudaré.
Hay muchos ejemplos. Te cito tres bíblicos y te relato uno histórico. Los tres bíblicos, Moisés, Jeremías y san Pedro. Ellos no creían en sus fuerzas, pero el Señor en pocas palabras les dijo: “Tú déjame hacer contigo”. El histórico es la anécdota de san Juan XXIII. Dicen que, estando preocupado por lo mal que iban las cosas, no podía dormir y se preguntó: “Juanito, ¿quién dirige la Iglesia tú o el Espíritu Santo?” A lo que respondió: “El Espíritu Santo” Y en el pensamiento se replicó: “Pues tú a dormir”.
Por eso, al Señor le pido docilidad, y que, si no soy dócil, al menos que no me dé un tortazo. Y a todos les pido que recen por mí para que sea dócil… y que los tortazos por no serlo me sean leves… ¡ah! Y que me enseñen a ser dócil. Tropezaré mil veces, pero todo está en las mejores Manos, que es lo importante.
5.Vas llegando a tu meta, el sacerdocio, ¿Cómo lo vives?
Ya lo dije, con ansias. Aunque, en la misma línea que la primera pregunta, no es mi meta. Es un hito, un gran hito, pero no es el final del Camino. Y, ahora que lo pienso, no he llegado yo… si te contara… aquí me trajo Dios… y allá, si quiere, me llevará Él también. Y luego, donde a Él le dé la gana. Yo sé que, aunque me queje, seré feliz donde Él me lleve. La meta es el Cielo, creo que decía Carlo Acutis.