El diálogo que mantienen Jesús y una mujer de Samaría que fue a por agua a un pozo de aquella zona es quizá uno de los pasajes más conocidos del Evangelio. Como todo texto de la Escritura se encuentra conexionado con el resto, lo que nos permitiría adentrarnos en los tesoros que la Palabra de Dios quiere mostrar. Nos vamos a conformar con alguna de sus enseñanzas relacionadas con el tema que queremos abordar: la sed de Dios.
Quien inicia este diálogo, saltando las barreras culturales y religiosas del momento, es Jesús, la iniciativa de Dios que siempre se adelanta y dona su sugerencia para poner en juego nuestra libertad, que crece cuando responde adecuadamente. En los primeros momentos de la conversación, Jesús contesta: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice dame de beber”. Sólo esta frase, como hemos dicho antes, nos podría llevar al misterio de la relación que Dios quiere tener con nosotros, independientemente del lugar y la época en la que hayamos nacido, más allá de nuestra situación personal.
Dios quiere hablar personalmente con cada uno, porque somos capaces de este diálogo, más aún, estamos hechos para este diálogo, para un encuentro que resuelve definitivamente los anhelos que no podemos acallar por más que los despistemos. Esta es la esencia de nuestra condición de creyentes, el deseo de Dios, que tratamos de vivir en el aquí y ahora de cada situación.
Cuando escribo esta página, celebramos en la Iglesia la fiesta de la Presentación del Señor, que es la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, un día para señalar la experiencia de miles de personas que se han sentido llamadas a una especial consagración, respondiendo a esa sed suscitada por el Señor, orientada al servicio de la evangelización en la educación, sanidad, pobreza, exclusión, oración, etc. Qué agradecidos hemos de estar al comprobar tanta vida entregada como respuesta a ese diálogo transformador.
En ellos, lo sabemos, no se agota la adhesión amorosa a Dios que queda reflejarla en nuestra forma de vivir, como ocurre con tantas familias que han encontrado aquí su fuente de fecundidad personal y social. Tendremos bien presentes a los matrimonios en una semana diseñada para ellos, del 10 al 16 de febrero, con diferentes propuestas que pueden encontrar en la aplicación “MatrimONio”. Y cómo no, de tantos otros laicos de diferentes edades que viven su bautismo en sus profesiones y circunstancias particulares, iluminando realidades a las que sólo ellos pueden llegar. La vida sacerdotal, aunque una buena parte se encuentra en ese ámbito antes indicado de la vida consagrada, se desarrolla también en el ejercicio del ministerio vinculado a sus diócesis concretas.
Pues bien, una representación de esta gran familia que es la Iglesia que peregrina en España está de congreso en Madrid, del 7 al 9 de febrero, organizado por la Conferencia Episcopal Española, para festejar que nuestra vida es vocación, que todos, sin excepción, somos vocacionados, llamados a responder según ese diálogo personal con Dios, como la samaritana, a pesar de todos los cambios sociales y la complejidad que podamos tener en nuestro mundo.
“Iglesia, asamblea de llamados para la misión” como así se ha titulado este congreso, en el que participará nuestra Diócesis, quiere anunciar la responsabilidad de todo bautizado, que encierra en sí la misión de sembrar el deseo de Dios, el surtidor que salta hasta la vida eterna. Unidos todos en la oración, en este Año Jubilar, para que dé el fruto que Dios espera.