Saludos…
Un pregón es un anuncio, un discurso con motivo de algún acto, para que todos tengan conocimiento de lo que se quiere comunicar. Es un mensaje para los demás, donde uno mismo está incluido, pero no es una acción para uno mismo. El pregonero, en este caso, debe estar al servicio del pregón.
El mensaje que queremos anunciar a “todos, todos, todos”, que diría el Papa Francisco, es lo acontecido en los últimos días de “Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hch10, 38). Estos días muestran los acontecimientos de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, hechos históricos, por una parte, y mirada de fe por otra, que los interpreta de un modo concreto.
Esta mirada de fe es la que les propongo como anuncio, mostrando los hechos en sí, en primer lugar, como hemos indicado, antes de expresar un significado personal, la forma en la que uno lo vive.
La intención de estos acontecimientos, que hago mía, es la de calar en el corazón de los que se acercan a estas celebraciones, para que no sólo se conozca lo que sucedió, sino que lo que ocurrió está dirigido para cada uno en particular, para provocar en nosotros una respuesta.
Podemos decir, verdaderamente, que todo lo que vamos a celebrar sucedió por mí, para mí, y, por tanto, nos lanza de forma silenciosa unos interrogantes: ¿Pero todo esto, por qué?; ¿quién es realmente este condenado?, ¿cómo se ha llegado a esto, a confundir a un inocente con un malhechor?; ¿es verdad lo que dicen de él?; ¿qué tendríamos que hacer? Un año más se vuelve a sugerir que nos preguntemos todo esto, se vuelve ainsistir públicamente para que no pase desapercibido para nadie este acontecimiento que transformó la historia y puede transformar mi historia personal.
Aquí, en Calahorra, como en otros lugares, se participa de los dos ámbitos donde tienen lugar las manifestaciones religiosas de la Semana Santa: dentro de los templos y fuera de ellos, en la calle. Es un reflejo de las dos dimensiones de la fe: una realidad interna, particular, y otra realidad, externa, testimonial, fruto de la vivencia personal. Ambas dimensiones se pueden alimentar, tanto de las celebraciones litúrgicas y oraciones en el interior de los templos, como en las expresiones religiosas públicas, signo visible del testimonio cristiano en los diferentes ambientes en los que se encuentre. La una necesita a la otra.
Si la fe no se expresa, no está sana, le pasa algo (¿miedo, vergüenza, respecto humano, …?); y si se muestra sólo externamente, pero no lleva consigo una sincera vivencia personal es engañosa, quizá mero folclore, aunque cada uno sabe con qué intención hace las cosas. Es verdad, que de todo se sirve el Señor, pero de lo que se trata es de armonizar ambas expresiones para que el cristiano viva personalmente su fe y la lleve a suvida, allí donde se encuentre, también entre los músicos, cofrades, tambores, etc.
Por eso, repitiendo la misma idea, las procesiones y los actos externos de los misterios de la Semana Santa (como de otras manifestaciones religiosas) son la expresión pública de la fe, que sale de los templos (y según nuestras expresiones “de la sacristía”) para comunicar, sin complejos, el amor de Dios a este mundo, pasando por sus calles, invitando a todos a participar de esta buena noticia.
Para los que han descubierto la riqueza de la fe, sería una irresponsabilidad no invitar a otros a participar de esa alegría, animándolos a poner en práctica las dos dimensiones, la interna y la externa.
Como anécdota, diré que, en una procesión, que hubo que acortar porque empezó a llover, nos refugiamos en la Iglesia de Santiago, con la intención de celebrar la misa, y para mi sorpresa, gran parte de la comitiva de músicos, danzadores, trabadores y tambores se marchaban y salí a la calle a invitarlos a entrar... No es algo infrecuente el comprobar esta misma situación en otras procesiones a lo largo del año; por qué quedarnos con un solo aspecto de la fe, su expresión cultural, sin desear ir a la esencia, que le da su razón de ser.
En cuanto a manifestaciones externas de la fe en la Semana Santa, además de los diferentes actos de piedad que se organizan, Calahorra cuenta con la Cofradía de la Santa Vera Cruz y la escenificación del Grupo Paso Viviente, con otro lenguaje y otra forma de mostrar el misterio que se celebra.
Mi agradecimiento a ambas realidades, con sus responsables, miembros y colaboradores, los de hoy y los que ya no están con nosotros, pero que encomendamos y recordamos agradecidos por su contribución a la visibilización de la Semana Santa calagurritana.
En cuanto a la Cofradía, es meritorio el mantenimiento de la Iglesia de San Francisco, que, si ya lo estaban acondicionando en su día, el premio de la lotería del 2002 permitió adecentar esta zona de la ciudad gracias a la generosa inversión que se realizó, un bien para el disfrute de todos.
El cuidado del patrimonio revierte en el bien común, no sólo de los oficios implicados en las reformas, sino en el de otros sectores que atienden a los visitantes, que acuden, entre otras razones, por el patrimonio que semuestra.
El templo, dedicado, además de otros espacios, a la mostración de los pasos, con sus indumentarias, signos y características particulares, puede visitarse, lo que supone un añadido a la oferta religioso-cultural de Calahorra. Merece la pena subir hasta este templo y recrearse en los detalles y sugerencias que las imágenes lanzan al visitante.
También el llamado “Monte Sacro”, una reconstrucción de diversas escenas de la vida de Jesús, incluidas las correspondientes a su pasión, muerte y resurrección, con figuras, como si se tratara de un belén, pero dedicadas a la historia de aquellos acontecimientos, con un bello montaje audiovisual.
Tengo que reconocer que el poder estar allí un tiempo contemplando las imágenes, conociendo más sobre la historia de cada una de ellas, y sobre el conjunto del edificio, me ha ayudado a valorar más el esfuerzo de los cofrades (de la Junta en particular) y a disponerme mejor de cara a la Semana Santa, en el contexto concreto de Calahorra.
Lo que digo a continuación es fruto de esta visita.
Al recorrer los distintos pasos y sus signos (que hoy tendríamos dificultades para interpretarlos) descubrimos sus curiosidades y lo que han supuesto para la sociedad calagurritana, que se encuentra representada en este cortejo procesional, como ocurrió en su día con el Belén, que todos los gremios querían estar presentes en la escenificación del Nacimiento de Jesús.
Así, a juzgar por la historia recogida en la información de los pasos, vemos la colaboración del Ayuntamiento, de la propia Cofradía, de la Catedral, parroquias, familias, trabajadores, empresarios, trabadores, y en concreto trabadoras (sin complicaciones ideológicas, todo mujeres, las que portan el Ecce Homo), la ayuda de personas del Grupo Paso Viviente, miembros de la Guardia Civil y la Policía Local, y también la inclusión de los productos de la huerta calagurritana que no podían faltar en alguno de los pasos.
Conocemos los pasos, sobre todo vosotros, pero quisiera nombrarlos, por todo lo que encierra la historia de cada de uno de ellos, lo que ha supuesto y sigue suponiendo para muchas personas ese retazo de realidad concreta: 1)Entrada de Jesús en Jerusalén, “La borriquilla”; 2) La Última Cena; 3) La Oración del Huerto; 4) La flagelación -antes acompañados por personas vestidas de romanos denominados “hombres de hierro”- ; 5) La Caída; 6)La Sentencia; 7) El Encuentro; 8) El Cireneo; 9) El Descendimiento; 10)La Piedad; 11) Cristo Resucitado –[portado por miembros de la Cofradía y del Grupo Paso Viviente]–; 12) La Dolorosa; 13) Santo Sepulcro; 14) Cristo de la Agonía; 15) El Cristo de Medinaceli , con una estampa distinta al Cristo de Medinaceli de Madrid, típica estampa de los cristos trinitarios, muy extendidos por la Mancha, imagen que me resulta muy familiar. A este se le llama también el “Cristo de las tres gracias” porque concede uno de los tres deseos pedidos. He asociado esta triple petición a este Cristo concreto con los tres deseos que pedíamos en la Primera Comunión en mi pueblo, precisamente en una parroquia que tenía la imagen de un “Jesús Rescatado”, del estilo del de Medinaceli; creo que ya lo he contado: de aquellos tres deseos sólo me acuerdo de uno: “que no me aparte de ti”, que resulta que es el final de la oración que hace el sacerdote antes de comulgar. 16) Cristo de la Vera Cruz; 17) Ecce Homo (el paso portado solo por trabadoras).
Estos pasos no dejan de ser escenas concretas, fotogramas de lo sucedido según la creatividad de cada artista, inspirados en los relatos de los evangelios. En estas escenas nos podemos situar, casi furtivamente, y vernos allí, introducidos como personajes que contemplan lo que está ocurriendo y participan de la realidad representada. Como diría un maestro espiritual: escuchando lo que dicen, oyendo los sonidos del momento, oliendo el ambiente, sintiendo lo que está ocurriendo, doliéndonos con Cristo humillado de tantas maneras, y con su Madre, y misteriosamente diciéndonos que todo esto sucede por mí, como comentábamos al comienzo.
Este es un sano ejercicio que nos provoca, nos saca de nuestro papel de espectadores, nos centra en lo que recordamos, nos descubre nuestro interior. ¿Qué le diríamos a alguno de esos personajes?, ¿con quién nos uniríamos?, ¿cómo reaccionaríamos ante esa escena?, ¿nos recuerda alguna situación por la que podemos estar pasando?, ¿nos lleva a acordarnos de alguien?, ¿cómo quisiéramos comportarnos?… y así tantas formas de acercarnos a estos pasos y a otros que podemos imaginar en este deseo de que no pase desapercibido este momento central de la salvación.
Una de las posibilidades de participar en las procesiones es contemplar las distintas escenas que se producen espontáneamente a lo largo del recorrido, tanto las que se adhieren y sintonizan con lo que está pasando delante de ellos, como las que reaccionan con indiferencia ante la comitiva o la atraviesan ajenos a lo que está ocurriendo. Es una actualización del “signo de contradicción” que acompañaría a Jesús, según el comentario del justoSimeón a la Virgen María en el templo de Jerusalén (cf. Lc 2, 34) y que se repite cada vez que la fe es mostrada.
Las dos posturas ante lo religioso nos ayudan a situarnos, a alegrarnos con los que participan de nuestra fe y nos estimulan con sus gestos de aprobación, y a plantearnos la mejor forma de llegar a los alejados, indiferentes o contrarios a la fe, que, con su actitud en estas manifestaciones, nos recuerdan nuestra responsabilidad.
Siempre me ha llamado la atención la mirada de los fieles ante las imágenes, centrados allí, como si se encontraran solos en la calle ante la imagen, en un momento íntimo, personal, expresando su interior en un leve movimiento de los labios, haciendo la señal de cruz, o profiriendo en voz alta lo que sienten, una saeta, o lanzando un beso al aire, o provocando esto en los niños, susurrándoles algo al oído o animándolos a realizar algunos de estos gestos.
Sabemos que nuestra forma de conocer es primero sentimiento y luego raciocinio, que el niño aprende antes el impacto emocional que el discurso para desarrollar una idea. Y esto es lo que ocurre con el lenguaje de la fe, que es amor antes que razonamiento de sus artículos. Y así, cuando vemos a los padres, tíos, abuelos… que llevan a los niños a la procesión y les ayudan a entrar en esa atmósfera, los están preparando por la vía del afecto para aceptar el camino de la fe, y no sólo por lo que les dicen, sino por su ejemplo, porque para empezar están allí, y los niños entienden que, si los mayores participan de la vida religiosa, es porque esto merece la pena, aunque lo lleguen a verbalizar y razonar más tarde.
Por todo lo dicho, quiero animar a vivir la Semana Santa como una oportunidad para todos, empezando por el que les habla, a cuestionarnos nuestra forma de estar en medio de estas celebraciones, tanto litúrgicas, procesionales, o de otro orden.
Que podamos hacer al final de estos días un balance bien positivo de todo lo experimentado, y ojalá que lleve consigo un estímulo para la fe, para que externa e internamente siga mostrando un mensaje de esperanza para todos. No nos acostumbremos a lo que ya conocemos, sino que seamos capaces de redescubrir el sentido profundo de este misterio que quiere revelarse a cada uno.
Gracias a las autoridades y todos los que estáis comprometidos con la Semana Santa en Calahorra. Que Dios pague vuestro servicio.
Gloria al Padre…