Soy Sara Narro, es la primera vez que escribo para el público sobre el orgullo que siento sobre mi fe, la iglesia y todas las personas que pertenecen a ella. Como joven, es muy complicado exponer la fe en ciertos entornos sociales, pero algo que he aprendido estos últimos meses es que la fe que llevo dentro es inmensa, muchos más de lo que los demás puedan pensar.
Mi llamada a la fe comenzó en los grupos de la Acción Católica General, como niña. Pronto me sentí arropada y comprendida, en la iglesia y los encuentros. Entendí la palabra de Jesús desde la reflexión, el amor y la acción, esa acción característica que pude experimentar cuando pasé, más tarde, al grupo de jóvenes. Nuestras acompañantes Rebeca, Laura y Sara, lograron calarnos con su fe y pudimos conocer varias realidades sociales. Nos fuimos a Málaga a un Campo de Trabajo de Cáritas, junto a mi compañera de fe, Lucía. Allí vi el amor de Dios a través de todas las personas con las que intervinimos. En este caso, eran personas que se encontraban en una situación de salud bastante frágil, ya que el VIH se apodero de parte de sus capacidades motoras y habilidades comunicativas. Asimismo, conocí a más jóvenes comprometidos con la Iglesia y con su toma de acción para hacer un mundo mejor. Está claro que esta experiencia hizo llenarme de luz y de amor.
Paso a paso, mi ser cristiano y mi fe me han llevado a tomar caminos en mi vida para dedicar mi tiempo a los demás desde el Trabajo Social, como voluntaria en Proyecto Hombre o en Cáritas Diocesana de La Rioja. Así como, desarrollar mi pasión por la música desde la oración a través del canto, participando en el coro de San Ezequiel Moreno.
Tras todo lo aprendido, a día de hoy acompaño a algunos grupos de infancia y jóvenes de la Acción Católica General. Compartiendo con todos ellos la palabra de Dios y la acción de la que nos nutrimos los cristianos y cristianas.
Desafortunadamente, no he sido capaz de expresar mi fe en muchos espacios hasta hace poco. Por eso mismo quiero enviar un mensaje de coraje y esperanza a los más jóvenes, y les digo que llegará ese momento en el que se sientan libres y puedan gritar a los cuatro vientos:
Jesús está conmigo y mi fe está viva