FESTIVIDAD DEL CORPUS CHRISTI, DÍA DE LA CARIDAD
(11 de junio de 2023)
Mensaje de los obispos de la Subcomisión para la Acción Caritativa y Social.
TÚ TIENES MUCHO QUE VER. SOMOS OPORTUNIDAD. SOMOS ESPERANZA
1. Entrar en el misterio eucarístico
La fiesta del Corpus Christi nos invita a entrar en el misterio de la Eucaristía. Un misterio que, como nos decía el recordado Benedicto XVI, “actualiza sacramentalmente el don de la propia vida que Jesús ha hecho en la Cruz por nosotros y por el mundo entero. Al mismo tiempo la Eucaristía nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana” (SCa 88)
La Eucaristía, sacramento del amor, aviva en nosotros la conciencia de que donde se vive de amor brilla también la esperanza (cf. SS 31)[2], pues allí donde el ser humano se siente amado, experimenta la salvación de Dios y descubre que es posible la esperanza.[3]
Desde este misterio de amor y de esperanza, que es la Eucaristía, los obispos invitamos a todos los cristianos, y de manera especial a cuantos trabajáis en la acción caritativa y social, a abrir los ojos al sufrimiento de nuestros hermanos más pobres, a escuchar sus clamores y a dejarse tocar el corazón para ser oportunidad y esperanza para todos ellos.
2. Nos duele la situación de las personas y familias afectadas por la crisis
«He visto la opresión de mi pueblo» (Ex 3,7), dice Dios. La caridad comienza por abrir los ojos a la realidad y dejarse afectar por ella. “El Señor Jesús, Pan de vida eterna, nos apremia y nos hace estar atentos a las situaciones de pobreza en que se halla todavía gran parte de la humanidad” (SCa 90).
Vivimos tiempos de crisis acumuladas. Tras la pandemia provocada por el Covid-19, vino la guerra de Ucrania, el aumento de la movilidad humana, la evolución del coste energético y la inflación… Esta situación, tanto en el ámbito local como mundial, ha acrecentado la pobreza y la desigualdad y ha alimentado la desesperanza. El Informe de Cáritas y la Fundación Foessa, “Evolución de la cohesión social y consecuencias de la covid-19 en España”, nos presenta algunas situaciones sangrantes en nuestro país:
1 de cada 4 personas está en situación de exclusión, unos 11 millones de personas.
1 de cada 3 personas no tiene ingresos suficientes para vivir dignamente. De estas, un 46% se ve obligado a recortar el gasto en alimentación, un 63% en suministros y un 56% en Internet y
teléfono.
Un 7% de la población no tiene ningún ingreso. 1 de cada 3 personas sufren los efectos de la brecha digital.
Un 17% de la población tiene un gasto excesivo en vivienda.
Estas cifras corresponden siempre a personas que se van quedando al margen de los sueños y de las expectativas. Nos duele profundamente la situación de las personas que: Sufren una precariedad laboral creciente, especialmente los jóvenes y las familias. Viven situaciones de exclusión social cada vez más severas. Las personas con un mayor deterioro
psicoemocional son las más afectadas. No pueden acceder o permanecer en una vivienda, porque esta ha pasado de ser un derecho a ser un lujo. De hecho, elegir entre pagar un lugar para vivir o poder comer es una situación que se repite constantemente.
Huyen de la violencia de tantos lugares del mundo, de la pobreza extrema o de la persecución y viven en situación de irregularidad administrativa, sin papeles y sin derechos.
Ante esta realidad no podemos permanecer como espectadores, ni siquiera como meras voces críticas, sino que estamos llamados a “ser parte activa en la rehabilitación y auxilio de las sociedades heridas” (FT 77). Se nos invita, porque celebramos el sacramento del amor y de la esperanza, a ser agentes de vida buena y nueva: “Dios sigue derramando en la humanidad semillas del bien… La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna” (FT 54-55). Por consiguiente, cuando nuestras comunidades celebran la eucaristía han de ser conscientes de que el sacrificio de Cristo es para todos y que, por eso, impulsa al creyente a hacerse “pan partido” para los demás, es decir, a trabajar por un mundo más justo y fraterno (cf. SCa 88).
Los obispos españoles también hemos insistido en esta dimensión transformadora de la actividad caritativa y hemos manifestado que “nuestra caridad no puede ser meramente paliativa, debe ser preventiva, curativa y propositiva. La voz del Señor nos llama a orientar toda nuestra vida y nuestra acción desde la realidad transformadora del reino de Dios”.
3. Una sociedad desvinculada y polarizada, que descarta y excluye
Como dijimos en nuestro último documento, nos preocupa la desvinculación social creciente en nuestro entorno. En este mundo en el que predomina lo virtual y líquido, las relaciones se vuelven frágiles. Como consecuencia de ello, se corre el riesgo de convertirlas en simples conexiones y de transformar los vínculos en meros contactos. La desvinculación lleva a no responsabilizarse suficientemente del otro y se traduce en crisis de cuidados y de pertenencia (a la sociedad, a la historia, a las iglesias, a los barrios, a la familia). Y, sin embargo, “la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad” (FT 87). También vivimos en una sociedad fuertemente ideologizada, que lleva a polarizaciones y tensiones en los ámbitos de la economía, de la política, de la cultura, incluso de la religión[8]. La Eucaristía, sacramento del Encuentro, nos capacita para nuevos tipos de relaciones sociales y nos abre al diálogo inclusivo: “la mística del Sacramento tiene un carácter social. En efecto, la unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que Él se entrega… así refuerza la comunión entre los hermanos y, de modo particular, apremia a los que están enfrentados para que aceleren su reconciliación, abriéndose al diálogo y al compromiso por la justicia” (SCa 89).
4. Ser oportunidad, ser esperanza.
“La caridad no es una simple asistencia material y social, sino que se preocupa de toda la persona y desea volver a ponerla en pie con el amor de Jesús: un amor que ayuda a recuperar belleza y dignidad. Hacer caridad significa tener la valentía de mirar a los ojos”*9+. Desde esta clave estamos convencidos de que tú tienes mucho que ver en las oportunidades que otras personas pueden tener. Lo que tú hagas, como tú te sitúes en el mundo y ante los otros, puede abrir puertas, dar vida, aliviar la soledad, sanar el alma, hacer que otros y otras sientan que la vida brota nueva en ellas. Nuestra tarea no consiste solamente en cubrir las necesidades de los otros, sino en descubrir sus posibilidades para abrir caminos de esperanza. Es lo que hacéis cada día las personas voluntarias y los agentes comprometidos en la acción sociocaritativa. ¡Gracias por vuestra vida y testimonio! La Eucaristía que celebramos en esta fiesta del Corpus es cuerpo entregado y sangre derramada de Jesús para la vida del mundo. Que la celebración y la adoración eucarísticas nos ayuden a comprometernos de manera que seamos oportunidad y esperanza de tantas personas, especialmente de aquellas que viven en pobreza y exclusión.
Obispos de la Subcomisión para la Acción Caritativa y Social
+ Jesús Fernández, Obispo de Astorga
+ Vicente Ribas, Obispo de Ibiza
+Javier Vilanova, Obispo Auxiliar de Barcelona
+Abilio Martínez, Obispo de Osma-Soria
+ Atilano Rodríguez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara
+ Fernando García, Obispo de Mondoñedo-Ferrol
+Ernesto J. Brotons, Obispo de Plasencia