Este mes de mayo el Papa Francisco eleva su oración “para que las religiosas, los religiosos y los seminaristas crezcan en su camino vocacional a través de una formación humana, pastoral, espiritual y comunitaria, que los lleve a ser testigos creíbles del Evangelio”. En este sentido, Francisco recuerda que la formación no termina en un momento determinado, sino que continúa a lo largo de toda la vida, pasando por diferentes aspectos: la conciencia de los propios límites, la oración, la dedicación al testimonio del Evangelio, la preparación para la vida en comunidad y la cercanía a la vida de las personas.
Dos aspectos que debe tener un religioso y una religiosa
En el videomensaje, difundido por la Red Mundial de Oración del Papa en colaboración con la Arquidiócesis de Los Ángeles y con el apoyo de Hallow, el Papa insiste en que “cada vocación es un ‘diamante en bruto’ que hay que pulir, trabajar y al que hay que darle forma en todas sus caras”.
El Papa también explica las dos características que todo buen sacerdote y toda buena monja deben tener: “primero de todo ser un hombre, una mujer formados, trabajados por la gracia del Señor” y en segundo lugar “deben ser personas conscientes de sus límites y dispuestas a llevar una vida de oración, de dedicación al testimonio del Evangelio”.
No es lo mismo vivir juntos que vivir en comunidad
Francisco también se para a hablar de la vida en comunidad, recordando que es “un aspecto central de la vida de un religioso, religiosa o sacerdote”. Para el Papa, este es uno de los puntos clave en la formación y preparación para quienes responden a esta vocación: “Si bien esa experiencia puede ser enriquecedora, a veces también puede ser difícil” dice el Papa, “porque no es lo mismo vivir juntos que vivir en comunidad”.
No es suficiente con adquirir conocimientos
El Padre Frédéric Fornos S.J., Director Internacional de la Red Mundial de Oración del Papa, reflexiona acerca de la intención de oración del Papa para este mes de mayo: “En un contexto eclesial marcado por abusos de poder, de consciencia y sexuales, que tienen raíces estructurales e ideológicas, resulta crucial que la formación promueva una apertura hacia la dimensión humana y afectiva, facilitando el autoconocimiento; propicie una auténtica experiencia de encuentro con Cristo, de tal manera que el testimonio de vida pueda comunicar a otros la Buena Nueva; fomente la convivencia en comunidad, para aprender a aceptar y valorar las diferencias y el trabajo en equipo; comprenda el contexto intercultural e interreligioso; y asegure una formación académica de calidad, con el fin de servir mejor la misión de Cristo. La necesidad de una formación integral es imperativa. No es suficiente con adquirir conocimientos”.