Quizá de los salmos que más han calado en nuestro pueblo cristiano es el salmo 22: El Señor es mi pastor, nada me falta. Una afirmación rotunda que sintetiza la experiencia vital de su autor. La centralidad de Dios es tan importante que todo lo demás pasa a ser relativo. Quien ha descubierto una relación así, ha encontrado el tesoro de su vida. De muchas maneras se ha expresado esta posibilidad en la Escritura, antes y después de este salmo, que indican la satisfacción que puede encontrar una persona a pesar de todas las vicisitudes por las que pueda atravesar su existencia.
¿Acaso tenía de todo la persona que puso por escrito esta afirmación del salmo? ¿Estaban satisfechas todas sus necesidades materiales, afectivas, intelectuales, etc.? No lo sabemos, pero lo que nos queda claro es que cualquier falta que pudiera darse en su vida quedaría satisfecha con la convicción profunda de tener consigo al Señor. Escuchar esto resulta provocador, nos cuestiona sobre el sentido de todo lo que empleamos para construir nuestra vida y nos hace preguntarnos si esto verdaderamente puede ser cierto y aplicable a todos.
La respuesta de tantos testimonios que han hecho de esta afirmación la respuesta de su vida tiene como consecuencia la realización de multitud de iniciativas que ahora se recogen en las distintas publicaciones sobre el día de la Iglesia Diocesana. Las obras en todos los campos que afectan a la dignidad de la persona, como la educación, la salud, la cultura, la pobreza, etc., no sólo como respuesta a una carencia sino como promoción de lo que verdaderamente construye la persona, como la visión del ser humano, de la familia, de la sociedad, de la paz, etc., tienen su origen en haber entendido la vida como una vocación, como una llamada a salir de uno mismo por amor a Dios que nos pide ser guardianes de las personas que se encuentran a nuestro lado, ya estén cerca o lejos de nosotros, física o existencialmente.
Cómo no agradecer las ayudas de tantas personas, que, con su contribución económica, su tiempo libre ofrecido en un voluntariado, o una vida consagrada a una misión, hacen posible que otros muchos reconozcan que es verdad la afirmación del salmo 22, que detrás de esa ayuda que salva, hay personas que entienden que todo tiene sentido al vivir como aquel Pastor que entregó su vida para la plenitud de toda vida humana.
Estos párrafos anteriores constituyen el texto que acompaña a la publicación anual de los datos de la actividad eclesial en La Rioja, para que básicamente se conozca la aportación que realiza la Iglesia a la sociedad riojana, y más allá de nuestras fronteras, puesto que toda diócesis es una porción de la Iglesia universal y, por tanto, en relación y corresponsabilidad con lo que ocurre en toda situación humana, cercana o lejana a nuestro territorio.
Del mismo modo que nos beneficiamos de la aportación que nos ofrece en la X de la casilla dedicada a la Iglesia, que se reparte entre las distintas diócesis españolas, también contribuimos con nuestra aportación, además de las necesidades diocesanas, a los Fondos de Nueva Evangelización de la Conferencia Episcopal dedicados a la ayuda en diversas partes del mundo; a Roma, para salir al paso de las necesidades que llegan al Santo Padre de todos los lugares; a Tierra Santa, para el sostenimiento de los Santos Lugares; a Manos Unidas y su empeño en erradicar el hambre y toda forma de pobreza en los países más necesitados; a las misiones, cuya labor no podemos olvidar, etc. En definitiva, una tarea compartida en favor de los demás como nos pide la fe que profesamos. Una vez más, gracias ¡Feliz Día de la Iglesia diocesana!