Así han sido los pregones de Semana Santa en nuestra Diócesis este 2025

Aquí puedes leer los textos íntegros de los pregones de Semana Santa de las tres cabeceras de la Diócesis.

Pregón de Semana Santa Calahorra – Mons. Santos Montoya

Calahorra, 8 de abril de 2025

Saludos…

Un pregón es un anuncio, un discurso con motivo de algún acto, para que todos tengan conocimiento de lo que se quiere comunicar. Es un mensaje para los demás, donde uno mismo está incluido, pero no es una acción para uno mismo. El pregonero, en este caso, debe estar al servicio del pregón.

El mensaje que queremos anunciar a “todos, todos, todos”, que diría el Papa Francisco, es lo acontecido en los últimos días de “Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hch10, 38). Estos días muestran los acontecimientos de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, hechos históricos, por una parte, y mirada de fe por otra, que los interpreta de un modo concreto.

Esta mirada de fe es la que les propongo como anuncio, mostrando los hechos en sí, en primer lugar, como hemos indicado, antes de expresar un significado personal, la forma en la que uno lo vive.

La intención de estos acontecimientos, que hago mía, es la de calar en el corazón de los que se acercan a estas celebraciones, para que no sólo se conozca lo que sucedió, sino que lo que ocurrió está dirigido para cada uno en particular, para provocar en nosotros una respuesta.

Podemos decir, verdaderamente, que todo lo que vamos a celebrar sucedió por mí, para mí, y, por tanto, nos lanza de forma silenciosa unos interrogantes: ¿Pero todo esto, por qué?; ¿quién es realmente este condenado?, ¿cómo se ha llegado a esto, a confundir a un inocente con un malhechor?; ¿es verdad lo que dicen de él?; ¿qué tendríamos que hacer? Un año más se vuelve a sugerir que nos preguntemos todo esto, se vuelve a insistir públicamente para que no pase desapercibido para nadie este acontecimiento que transformó la historia y puede transformar mi historia personal.

Aquí, en Calahorra, como en otros lugares, se participa de los dos ámbitos donde tienen lugar las manifestaciones religiosas de la Semana Santa: dentro de los templos y fuera de ellos, en la calle. Es un reflejo de las dos dimensiones de la fe: una realidad interna, particular, y otra realidad, externa, testimonial, fruto de la vivencia personal. Ambas dimensiones se pueden alimentar, tanto de las celebraciones litúrgicas y oraciones en el interior de los templos, como en las expresiones religiosas públicas, signo visible del testimonio cristiano en los diferentes ambientes en los que se encuentre. La una necesita a la otra.

Si la fe no se expresa, no está sana, le pasa algo (¿miedo, vergüenza, respecto humano, …?); y si se muestra sólo externamente, pero no lleva consigo una sincera vivencia personal es engañosa, quizá mero folclore, aunque cada uno sabe con qué intención hace las cosas. Es verdad, que de todo se sirve el Señor, pero de lo que se trata es de armonizar ambas expresiones para que el cristiano viva personalmente su fe y la lleve a su vida, allí donde se encuentre, también entre los músicos, cofrades, tambores, etc.

Por eso, repitiendo la misma idea, las procesiones y los actos externos de los misterios de la Semana Santa (como de otras manifestaciones religiosas) son la expresión pública de la fe, que sale de los templos (y según nuestras expresiones “de la sacristía”) para comunicar, sin complejos, el amor de Dios a este mundo, pasando por sus calles, invitando a todos a participar de esta buena noticia.

Para los que han descubierto la riqueza de la fe, sería una irresponsabilidad no invitar a otros a participar de esa alegría, animándolos a poner en práctica las dos dimensiones, la interna y la externa.

Como anécdota, diré que, en una procesión, que hubo que acortar porque empezó a llover, nos refugiamos en la Iglesia de Santiago, con la intención de celebrar la misa, y para mi sorpresa, gran parte de la comitiva de músicos, danzadores, trabadores y tambores se marchaban y salí a la calle a invitarlos a entrar… No es algo infrecuente el comprobar esta misma situación en otras procesiones a lo largo del año; por qué quedarnos con un solo aspecto de la fe, su expresión cultural, sin desear ir a la esencia, que le da su razón de ser.

En cuanto a manifestaciones externas de la fe en la Semana Santa, además de los diferentes actos de piedad que se organizan, Calahorra cuenta con la Cofradía de la Santa Vera Cruz y la escenificación del Grupo Paso Viviente, con otro lenguaje y otra forma de mostrar el misterio que se celebra.

Mi agradecimiento a ambas realidades, con sus responsables, miembros y colaboradores, los de hoy y los que ya no están con nosotros, pero que encomendamos y recordamos agradecidos por su contribución a la visibilización de la Semana Santa calagurritana.

En cuanto a la Cofradía, es meritorio el mantenimiento de la Iglesia de San Francisco, que, si ya lo estaban acondicionando en su día, el premio de la lotería del 2002 permitió adecentar esta zona de la ciudad gracias a la generosa inversión que se realizó, un bien para el disfrute de todos.

El cuidado del patrimonio revierte en el bien común, no sólo de los oficios implicados en las reformas, sino en el de otros sectores que atienden a los visitantes, que acuden, entre otras razones, por el patrimonio que se muestra.

El templo, dedicado, además de otros espacios, a la mostración de los pasos, con sus indumentarias, signos y características particulares, puede visitarse, lo que supone un añadido a la oferta religioso-cultural de Calahorra. Merece la pena subir hasta este templo y recrearse en los detalles y sugerencias que las imágenes lanzan al visitante.

También el llamado “Monte Sacro”, una reconstrucción de diversas escenas de la vida de Jesús, incluidas las correspondientes a su pasión, muerte y resurrección, con figuras, como si se tratara de un belén, pero dedicadas a la historia de aquellos acontecimientos, con un bello montaje audiovisual.

Tengo que reconocer que el poder estar allí un tiempo contemplando las imágenes, conociendo más sobre la historia de cada una de ellas, y sobre el conjunto del edificio, me ha ayudado a valorar más el esfuerzo de los cofrades (de la Junta en particular) y a disponerme mejor de cara a la Semana Santa, en el contexto concreto de Calahorra.

Lo que digo a continuación es fruto de esta visita.

Al recorrer los distintos pasos y sus signos (que hoy tendríamos dificultades para interpretarlos) descubrimos sus curiosidades y lo que han supuesto para la sociedad calagurritana, que se encuentra representada en este cortejo procesional, como ocurrió en su día con el Belén, que todos los gremios querían estar presentes en la escenificación del Nacimiento de Jesús.

Así, a juzgar por la historia recogida en la información de los pasos, vemos la colaboración del Ayuntamiento, de la propia Cofradía, de la Catedral, parroquias, familias, trabajadores, empresarios, trabadores, y en concreto trabadoras (sin complicaciones ideológicas, todo mujeres, las que portan el Ecce Homo), la ayuda de personas del Grupo Paso Viviente, miembros de la Guardia Civil y la Policía Local, y también la inclusión de los productos de la huerta calagurritana que no podían faltar en alguno de los pasos.

Conocemos los pasos, sobre todo vosotros, pero quisiera nombrarlos, por todo lo que encierra la historia de cada de uno de ellos, lo que ha supuesto y sigue suponiendo para muchas personas ese retazo de realidad concreta: 1)Entrada de Jesús en Jerusalén, “La borriquilla”; 2) La Última Cena;  3) La Oración del Huerto; 4) La flagelación -antes acompañados por personas vestidas de romanos denominados “hombres de hierro”- ; 5) La Caída; 6) La Sentencia; 7) El Encuentro; 8) El Cireneo; 9) El Descendimiento; 10) La Piedad; 11) Cristo Resucitado –[portado por miembros de la Cofradía y del Grupo Paso Viviente]-; 12) La Dolorosa; 13) Santo Sepulcro; 14) Cristo de la Agonía; 15) El Cristo de Medinaceli , con una estampa distinta al Cristo de Medinaceli de Madrid, típica estampa de los cristos trinitarios, muy extendidos por la Mancha, imagen que me resulta muy familiar. A este se le llama también el “Cristo de las tres gracias” porque concede uno de los tres deseos pedidos. He asociado esta triple petición a este Cristo concreto con los tres deseos que pedíamos en la Primera Comunión en mi pueblo, precisamente en una parroquia que tenía la imagen de un “Jesús Rescatado”, del estilo del de Medinaceli; creo que ya lo he contado: de aquellos tres deseos sólo me acuerdo de uno: “que no me aparte de ti”, que resulta que es  el final de la oración que hace el sacerdote antes de comulgar[1]. 16) Cristo de la Vera Cruz; 17) Ecce Homo (el paso portado solo por trabadoras).

Estos pasos no dejan de ser escenas concretas, fotogramas de lo sucedido según la creatividad de cada artista, inspirados en los relatos de los evangelios. En estas escenas nos podemos situar, casi furtivamente, y vernos allí, introducidos como personajes que contemplan lo que está ocurriendo y participan de la realidad representada. Como diría un maestro espiritual:  escuchando lo que dicen, oyendo los sonidos del momento, oliendo el ambiente, sintiendo lo que está ocurriendo, doliéndonos con Cristo humillado de tantas maneras, y con su Madre, y misteriosamente diciéndonos que todo esto sucede por mí, como comentábamos al comienzo.

Este es un sano ejercicio que nos provoca, nos saca de nuestro papel de espectadores, nos centra en lo que recordamos, nos descubre nuestro interior. ¿Qué le diríamos a alguno de esos personajes?, ¿con quién nos uniríamos?, ¿cómo reaccionaríamos ante esa escena?, ¿nos recuerda alguna situación por la que podemos estar pasando?, ¿nos lleva a acordarnos de alguien?, ¿cómo quisiéramos comportarnos?… y así tantas formas de acercarnos a estos pasos y a otros que podemos imaginar en este deseo de que no pase desapercibido este momento central de la salvación.

Una de las posibilidades de participar en las procesiones es contemplar las distintas escenas que se producen espontáneamente a lo largo del recorrido, tanto las que se adhieren y sintonizan con lo que está pasando delante de ellos, como las que reaccionan con indiferencia ante la comitiva o la atraviesan ajenos a lo que está ocurriendo. Es una actualización del “signo de contradicción” que acompañaría a Jesús, según el comentario del justo Simeón a la Virgen María en el templo de Jerusalén (cf. Lc 2, 34) y que se repite cada vez que la fe es mostrada.

Las dos posturas ante lo religioso nos ayudan a situarnos, a alegrarnos con los que participan de nuestra fe y nos estimulan con sus gestos de aprobación, y a plantearnos la mejor forma de llegar a los alejados, indiferentes o contrarios a la fe, que, con su actitud en estas manifestaciones, nos recuerdan nuestra responsabilidad.

Siempre me ha llamado la atención la mirada de los fieles ante las imágenes, centrados allí, como si se encontraran solos en la calle ante la imagen, en un momento íntimo, personal, expresando su interior en un leve movimiento de los labios, haciendo la señal de cruz, o profiriendo en voz alta lo que sienten, una saeta, o lanzando un beso al aire, o provocando esto en los niños, susurrándoles algo al oído o animándolos a realizar algunos de estos gestos.

Sabemos que nuestra forma de conocer es primero sentimiento y luego raciocinio, que el niño aprende antes el impacto emocional que el discurso para desarrollar una idea. Y esto es lo que ocurre con el lenguaje de la fe, que es amor antes que razonamiento de sus artículos. Y así, cuando vemos a los padres, tíos, abuelos… que llevan a los niños a la procesión y les ayudan a entrar en esa atmósfera, los están preparando por la vía del afecto para aceptar el camino de la fe, y no sólo por lo que les dicen, sino por su ejemplo, porque para empezar están allí, y los niños entienden que, si los mayores participan de la vida religiosa, es porque esto merece la pena, aunque lo lleguen a verbalizar y razonar más tarde.

Por todo lo dicho, quiero animar a vivir la Semana Santa como una oportunidad para todos, empezando por el que les habla, a cuestionarnos nuestra forma de estar en medio de estas celebraciones, tanto litúrgicas, procesionales, o de otro orden.

Que podamos hacer al final de estos días un balance bien positivo de todo lo experimentado, y ojalá que lleve consigo un estímulo para la fe, para que externa e internamente siga mostrando un mensaje de esperanza para todos.  No nos acostumbremos a lo que ya conocemos, sino que seamos capaces de redescubrir el sentido profundo de este misterio que quiere revelarse a cada uno.

Gracias a las autoridades y todos los que estáis comprometidos con la Semana Santa en Calahorra. Que Dios pague vuestro servicio.

Gloria al Padre…

[1] “Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo, diste con tu vida muerte al mundo, líbrame por la recepción de tu cuerpo y de tu sangre, de todas mis culpas y de todo mal, concédeme cumplir siempre tus mandamientos y no permitas que me aparte de ti”.

PREGÓN SEMANA SANTA LOGROÑO –  JAVI NIEVES

Logroño 10 de abril 2025

 

INTRODUCCIÓN

Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, monseñor Santos Montoya

Ilmo. Sr. Alcalde, Conrado Escobar, y concejales del Excmo. Ayuntamiento de Logroño

Sra. Directora General de Turismo del Gobierno de La Rioja

Prior, Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la Hermandad de Cofradías de la Pasión de la Ciudad de Logroño

Hermanos Mayores

Dignísimas autoridades eclesiásticas, civiles y militares

Cofrades de Logroño

Señoras y señores.

Hacer este pregón me ha dado la oportunidad de profundizar en la historia de la Semana Santa de esta ciudad de Logroño. Una tradición que se remonta al menos hasta el siglo XVI. Desde hace siglos vuestros pasos recorren estas calles para rememorar los misterios de la Pasión de N. S. Jesucristo. He podido contemplar los pasos, reflexionar y rezar frente a ellos. Muchos me han conmovido y he encontrado en ellos verdaderas obras de arte que hablan de que los artistas de esta ciudad no sólo eran hábiles artesanos sino que tenían su corazón alumbrado y su talento iluminado por aquello que trataban de reflejar.

En Semana Santa el Misterio es expresado a través de imágenes, olores, sonidos que conmueven los sentidos. Seguro que todos los que me estáis escuchando al pensar en la Semana Santa durante el resto del año os viene a la memoria una mezcla de sensaciones que llevan ahí macerando desde la niñez. Lo que se queda adherido en nuestro interior no son tanto recuerdos discursivos, la mayoría de las veces incluso no les podemos poner palabras. Son más bien corazonadas, presentimientos, una especie de huella espiritual, como si alguien hubiese metido mano en el barro de nuestra alma y hubiese modelado una figura nueva. Es lo que tienen los ritos. Toda la palabrería del mundo sería insuficiente para tratar de explicarlos, uno tiene que sumergirse en ellos y dejarse hacer.

Pero mucho me temo que a mí me toca en esta ocasión ponerle palabras a este cúmulo de impresiones. Y puesto que empiezo esta Semana Santa con ventaja, porque he podido adentrarme a fondo en los días santos logroñeses, he decidido apoyarme en sus imágenes. Los pasos de esta ciudad me han impactado profundamente y he podido contemplarlos y pensarlos y rumiarlos. Así que me van a servir para evocar las emociones de esta semana, para reflexionar a sus pies, y ya de paso, aprovecharé para ir dejando alguna recomendación a las cofradías para estos días que vamos a vivir.

 

La Borriquita

El primer paso del que quiero hablar es el de La Borriquita. Jesús entra en Jerusalén y es aclamado por la multitud. Entra en una borriquita tal y como lo anuncia el profeta Zacarías: “Decid a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre una asna, sobre la cría de un animal de carga”.

El Cristo está hierático, serio, bendiciendo, con una pose de majestad. Cuando veo a las multitudes de logroñeses arremolinándose alrededor del paso, cuando veo las palmas agitándose, me imagino que todos ellos son los mismos habitantes de Jerusalén que fueron a aclamar a Cristo como rey. Digámosle en nuestro corazón, al verle pasar, “Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo”. Esta es la oración que según cuentan las visiones de Isaías y de Juan en el Apocalipsis, cantan los ángeles en el cielo, los serafines, llenos de alas y de ojos, que están cerca del trono de Dios y lo alaban. Cada vez que recitamos estas palabras nos estamos uniendo al coro angélico. A veces me hace gracia pensar que los ángeles tendrán que cantar más fuerte para opacar lo mal que cantamos algunos humanos, yo el primero. Esta oración que forma parte del canon de la misa desde la Iglesia primitiva, se complementa con la segunda parte: “Bendito el que viene en el nombre del Señor. Hosanna en el cielo”. Este fue el grito con el que la multitud recibió a Jesús. Casi 2000 años después, recibámosle también en nuestras vidas y coronémosle como rey. Rey de nuestros corazones, rey de nuestras familias, de nuestras empresas, de todo lo que hacemos, pensamos, decimos y somos.

Y a vosotros portadores de este paso. Sentíos mientras estáis cargando como la borriquilla. Tenéis el privilegio de llevar al Señor a cuestas para que la gente lo vea y lo adore.

 

La Flagelación

La siguiente advocación en la que me quiero detener es la de la flagelación. me ha impactado la postura de Cristo, reclinado sobre la columna, y cómo le falla el pie y se va hundiendo ante el dolor. Cualquiera que ha investigado un poco las prácticas romanas de la flagelación o los estudios de la Sábana Santa sabe la magnitud de la tortura a la que fue sometido nuestro Señor. Lo azotaron con un látigo de tiras de cuero que termina en bolas de hierro o huesos de oveja para desgarrar la piel. Los estudios de la Sábana de Turín apuntan que fueron 150 latigazos y 250 golpes, aunque algunos médicos llegan a sumar hasta 300 latigazos.

Me ha gustado el detalle de que el escultor, don Vicente Ochoa, se haya representado como uno de los verdugos, que pide clemencia al otro. Y me parece oportuno porque todos estamos subidos ahí. Dice Fray Luis de Granada: “Los pecados, así los tuyos como los míos, como los de todo el mundo, fueron los verdugos que le ataron, y le azotaron, y le coronaron de espinas, y le pusieron en la Cruz”. Es duro decir esto, es duro pensarlo, pero nosotros estamos ahí subidos. Todos malogramos la Gracia, herimos a Cristo, herimos su carne.

 

El Encuentro

Toca hablar del papel de María, figura central de la Cofradía de la Santa Cruz. En el Encuentro vemos a Jesús y María encontrándose camino del calvario. María se agarra el pecho, no pudiendo soportar el dolor, cumpliéndose la profecía que le revela Simeón cuando van a presentar al niño al templo: “y a ti una espada te traspasará el alma”. Ante estas figuras me viene a la mente la escena de la película de la Pasión, quizás la más hermosa de la película, que representa este mismo momento. La Virgen tiene un flashback y aparece corriendo hacia un Jesús niño que se ha caído. En ese momento corre también hacia su Hijo que está en el suelo y que está siendo golpeado. Se miran frente a frente y Jesús le dice la frase del Apocalipsis: “Ves, madre, yo hago nuevas todas las cosas”.

La Semana Santa es un momento de acompañar a Cristo en su sufrimiento pero también a María. A veces cuando rezo el Ave María y le digo las cosas bonitas de la primera parte (“llena de gracia”, “bendita entre las mujeres”) me la imagino sufriendo al pie de la cruz como en el Stabat Mater y trato que esas palabras que digo sean palabras de consuelo, palabras de un niño que le dice cosas amorosas a su madre triste.

Los que cargáis, los que procesionáis, los que hacéis penitencia y los que oráis. Uniros también al sufrimiento de nuestra madre y acompañarla en estos días de dolor.

 

María Magdalena

Me detengo ahora en la imagen titular de la Cofradía de María Magdalena, una de los más antiguas. Los cuatro Evangelios están de acuerdo en situar a María Magdalena como la primera testigo de la resurrección, es por eso que en 1988, el papa Juan Pablo II en la carta Mulieris Dignitatem la llama “apóstol de los apóstoles”.

De acuerdo con la ley judía de la época, las mujeres y los niños no podían dar un testimonio fiable, creíble. Y sin embargo, es María Magdalena y otras mujeres las que dan testimonio de la resurrección. Esto se ha visto como un argumento a favor de la historicidad de la resurrección: si se tratara de un hecho inventado, en el contexto de aquel tiempo, los que compusieron los evangelios nunca se les habría ocurrido ligarlo al testimonio de las mujeres. Los evangelistas sin embargo, narran simplemente lo que sucedió: las mujeres son las primeras testigos.

Según la tradición, después de la Resurrección, María Magdalena pasó los siguientes años de su vida haciendo penitencia y oración. Esta es la imagen del paso y nos debe recordar que siempre podemos nacer de nuevo para Dios. Da igual nuestro pasado, Él siempre nos está esperando.

 

Jesús Nazareno

Jesús se va acercando hacia el calvario tal y como muestra el Sagrado Titular de la Cofradía de Jesús Nazareno y Ntra. Sra. de los Dolores. El paso de Jesús Nazareno es de los que más me ha cautivado por su sencillez y la intensidad de su expresión. Es un Cristo moderno pero bello. En su rostro hay una mezcla perfecta de agotamiento y misericordia. Dejémonos mirar por esos ojos claros y limpios que en medio del tormento nos siguen amando. Me vienen a la mente unos versos del poema de José María Pemán al Cristo de la buena muerte que dicen:

“¿Quién pudo de tal manera

darte esta noble y severa

majestad llena de calma?

No fue una mano: fue un alma

la que talló tu madera.

Fue, Señor, que el que tallaba

tu figura, con tal celo

y con tal ansia te amaba,

que, a fuerza de amor, llevaba

dentro del alma el modelo”.

Hermanos cofrades, cuando carguéis el paso, tened muy presente que sois los cireneos que ayudan por un momento al Señor a llevar el peso de la cruz. También todos los que cargamos con un sufrimiento, con grandes dolores interiores y exteriores, contemplemos a Cristo camino del calvario y ofrezcámoslo, unámonos así a su cruz. No me resisto de traer otra vez los versos de Pemán:

“¡Cuerpo llagado de amores!

yo te adoro y yo te sigo;

yo, Señor de los señores,

quiero partir tus dolores

subiendo a la cruz contigo.

Quiero en la vida seguirte,

y por sus caminos irte

alabando y bendiciendo,

y bendecirte sufriendo,

y muriendo bendecirte”.

 

Cristo de las Siete Palabras

Detengámonos en la contemplación del Cristo de la siete palabras, en madera vista, para el cual el escultor realizó minuciosos estudios de anatomía y de la forma de crucifixión que empleaban los romanos. De las siete palabras de Cristo en la cruz, las más bestiales son las de: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, palabras que son muestra de una grandeza de amor que nuestros limitados entendimientos humanos no es capaz de comprender. Pero quizás las más hermosas son las que le dedica al buen ladrón: “Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”, palabras que siguen resonando en la hermandad para pedir un indulto cada año.

Pongámonos en la posición del buen ladrón. Nuestra vida está tocando a su fin, hemos sido condenados por nuestros crímenes, hemos sufrido escarnio público, nuestra vida ha sido malgastada, somos un criminal corriente, uno de tantos condenados a muerte que la historia olvidará al segundo sin ningún problema. Pero hay Alguien que no nos olvida. Podemos ver en el rostro amoratado e hinchado por los golpes del condenado de nuestro lado unos ojos amorosos que no son sólo humanos. A pesar de que no lo merecemos intentamos con inocencia una petición: “Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino”, y escuchamos las palabras más hermosas que ningún ser humano ha escuchado nunca: “En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Nuestro último golpe, el atraco de la historia. Le hemos robado el corazón al mismo Dios.

Vivamos de tal modo que en nuestro lecho de muerte podamos escuchar estas palabras en nuestro interior. Y que la muerte sea regocijo, una vuelta gozosa a la casa del Padre.

 

La Soledad

La Soledad, alcaldesa de Logroño, vestida de luto, procesionará una vez más por las calles de la ciudad. Su mirada es de ensimismamiento, una mirada perdida en el dolor. Su manto es largo y lleno de bordados. Es amplio para refugiarnos a todos, para abrazarnos en él. Quiero poner hoy bajo su manto a todos los que están solos. A todos los que se sienten desamparados en este mundo, los que están perdidos, los que tienen heridas en el alma. Pidámosle a ella que nos envuelva, que nos acoja. Volvamos a hacernos niños, volvamos a correr al regazo de nuestra madre, volvamos a buscar su amparo, su mirada protectora. Este mundo cada vez más desarraigado, cada vez más inhóspito, más inhumano, más solitario, le necesita a ella. Necesitamos de ella más que nunca. ¡No nos abandones, madre!

 

Santo Cristo de las Ánimas

No conocía el Cristo de las ánimas y he encontrado en él una bellísima representación del crucificado, que si bien no alcanza la perfección del Cristo de Velázquez (porque eso es insuperable) sí que puede medirse con el de Zurbarán o Murillo. Me ha llamado la atención la palidez de la piel, que casi transparenta las venas.

Es un Cristo que ya ha rendido la postura, cuelga totalmente del madero. Sus cabellos se ven apelmazados por la sangre y el sudor que se ha quedado frío. Su rostro se hunde cuanto más lo miras, su boca se abre, después de exhalar su último aliento.

Dios ha muerto por nosotros. Hemos escuchado tantas veces esta frase que ya se nos ha olvidado la locura que supone. Si viajase al pasado y le dijese a un griego o a un romano o a un egipcio o a un sumerio estas palabras le escandalizarían, le parecería una chaladura, una broma o una blasfemia.

Ese que cuelga del madero es nuestro Dios. No normalicemos, no dejemos de conmovernos ante el mayor acto de amor.

 

El Descendimiento

Cuenta la beata Ana Catalina Emmerich en su visión sobre el descendimiento que los que ahí estaban bajaron el cuerpo de Jesús en silencio: “Todo lo hicieron con tanto cuidado y precaución como si temieran hacer daño a Jesús. (…) los hombres que trabajaban, con un respeto instintivo, como realizando un acto santo, sólo se hablaban poco y a media voz uno a otro para indicarse algún tipo de ayuda.

Cuando sonaron los martillazos con los que sacaban los clavos, María y Magdalena, y todos los que vivieron la crucifixión, se desgarraron otra vez de dolor, pues el sonido de estos golpes les recordó cómo clavaron cruelmente a Jesús. Todos temblaban esperando volver a oír los claros gritos de dolor de Jesús, pero se afligieron por su muerte al comprobar el silencio de su santa boca”.

Esto nos muestra esta talla del siglo XVII. Es posterior al Cristo de las ánimas pero tiene un estilo menos realista, más simbólico. Ante esta imagen, como ante un enterramiento, sólo cabe el silencio.

 

La Piedad

Cristo descansa en el regazo de su madre. Como cuando era niño.

Así es como lo tuvo la Virgen cuando lo descendieron de la cruz, se lo puso en sus rodillas y lloró viendo su cuerpo herido. Lloró y sigue llorando. Dos lágrimas fueron encontradas al restaurar la figura de la Virgen. Toda la humanidad reducida a la célula mínima de una madre con su hijo. Perdonad si en estas advocaciones me vuelvo un poco más parco en palabras pero ante la muerte del Señor poco hay que decir y mucho que meditar. La Madre y el Hijo, nada más.

 

Santo Sepulcro

La imagen con la que me quedo del Santo Sepulcro es la del miércoles santo, cuando se saca la talla para ser limpiada. Es muy entrañable ver la delicadeza con que se limpia y luego la fila de todos aquellos que van a adorarla. En esta delicadeza y este cariño puede encontrarse un paralelismo con la limpieza y preparación del cuerpo de Jesús antes de sellar la tumba.

Después de tenerlo en su regazo, María limpió pacientemente la sangre de su Hijo, cortó con cuidado la corona de espinas y fue sacando una a una las espinas que se habían quedado dentro de su frente, echó un ungüento en todas las rajas y desgarros. La Magdalena estaba a sus pies llorando. Luego lo llevaron al sepulcro. Pusieron flores en su costado y lo llenaron de perfumes y especias. Y por último lo envolvieron en una sábana.

Cuando este miércoles acudáis a limpiar el cuerpo y a besarlo y adorarlo, hacedlo con esa misma disposición, esa misma devoción, mimo y respeto que tuvieron las santas mujeres ante el cuerpo machacado de Jesús.

Ya va llegando a su fin mi pregón, un pregón con 11 estaciones. Siempre me he preguntado por qué el viacrucis tiene 14 estaciones. Me parece un número poco redondo. A mí me van a salir 12, número más bíblico. Mi número 12 no es muy ortodoxo porque se sale fuera de lo que es un viacrucis y clausura la Semana Santa: la Resurrección.

No nos olvidemos de que no tenemos una religión de muertos sino de vivos. También nosotros estamos llamados a resucitar. A resucitar cada día a la vida de Cristo hasta la resurrección final. Nuestro Dios nos ha abierto el camino de la vida. Que estos días santos que nos disponemos a vivir no se queden en lo epidérmico, en lo sensiblero, sino que permeen nuestra piel y se infiltren hasta nuestras entrañas. Que al acabar esta Semana no volvamos a diluir nuestra vida en la rutina, sino que el Amor de Dios nos haga resucitar a una vida nueva. Que todos los días, al levantarnos nos hagamos conscientes de ese amor que nos ha rescatado, y que sepamos tenerlo presente a lo largo del día. Que los que nos rodean vean en nosotros algo distinto. Una nueva vida que antes no estaba ahí. Convirtámonos todos, especialmente vosotros, cofrades de Logroño, a través de estos misterios, en testigos vivientes de que Cristo ha resucitado.

¡Qué tengáis una bendecida Semana Santa!

PREGÓN SEMANA SANTA SANTO DOMINGO DE LA CALZADA – ANA ORÚE

Santo Domingo de la Calzada, 11 de abril de 2025

Excelentísimo alcalde de Santo Domingo, autoridades, queridísimo Paco, queridos miembros de la Cofradía de la santa vera cruz y del resto de cofradías, amigos, señoras y señores muy buenas tardes a todos y muchas gracias por su asistencia.

No pueden ustedes imaginarse lo feliz que me hace acompañarles, esta tarde, en un acto tan importante y especial para todos nosotros aquí en este convento de San Francisco.

Y lo es, más si cabe, en el momento que vivimos, un tiempo sombrío y de incertidumbre que parece no tener fin y en el que las guerras, las dudas y las malas noticias parecen haberse instalado para siempre en nuestras vidas y lo ocupan y contaminan prácticamente todo.

Así que confío en que les ocurra como a mí y que este tiempo de cuaresma les llene de paz y esperanza, en este viernes de dolores y a las puertas de la semana santa, unos días intensos en los que personalmente pienso que encontraremos razones que nos ayuden a remontar el vuelo y a recuperar la ilusión y sobre todo a encontrar sentido a muchas de las cosas que nos pasan y aliviar así el peso de las cruces que todos cargamos y que a veces nos pesan demasiado ¿verdad?

Ojalá, aprovechemos los días de silencio y oración que tenemos por delante para detenernos a reflexionar y a pensar en lo sencillo, lo cercano y lo importante, así nos lo ha pedido el Papa Francisco, en estos días, marcados además por la gracia de este año jubilar en el que nos pide también que caminemos juntos como peregrinos de esperanza. Y de eso en esta tierra sabemos mucho. Sigamos rezando por Francisco y por su salud para que se recupere pronto porque el mundo le necesita.

Esta tarde, quiero que mis primeras palabras sean de recuerdo y de afecto y cariño para el joven Javier Marquez y para su familia. Y quiero también ofrecer este pregón por ellos.

Preparando esta intervención he pensado mucho en Javier, en su familia, sus amigos y sus vecinos y he rezado mucho por ellos. Hace un año este pregón se suspendía porque lamentablemente llegaban las peores noticias. Confiemos en que el santo le haga llegar a nuestro padre del cielo todas nuestras plegarias y peticiones para que Javier esté con él cuidando de todos nosotros. A él le dedico esta tarde, con toda humildad, mi pregón y

también a todos los vecinos de esta ciudad que pasan por momentos difíciles y están sufriendo.

Quiero también manifestar mi más profundo respeto a quienes me han precedido en este acto de exaltación de la semana santa. Una lista a la que me siento enormemente orgullosa de pertenecer.

Y quiero también dar las gracias públicamente a mi querido amigo Paco Suárez, Párroco de Santo Domingo por su empuje y su confianza. Haces querido Paco muchas cosas buenas por esta ciudad, por su parroquia y sus vecinos. Y como no, por su Semana Santa, a punto de comenzar y que todos esperamos un año más expectantes y con los brazos abiertos.

Porque habrá, queridos amigos, de nuevo semana santa y será muy especial y los cristianos estamos llamados a vivirla en profundidad, a compartirla y a celebrarla por todo lo alto.

Les confieso que anunciar la llegada de la Semana Santa y ser su pregonera en Santo Domingo, este año 2.025, es para mí un honor muy grande. Primero fue Calahorra, después Logroño y hoy la joya del camino de Santiago en La Rioja, la ciudad del Santo, tercera sede catedralicia de nuestra diócesis, a la que llego inmensamente emocionada y feliz porque les adelanto que, esta tarde, la periodista que les habla, se presenta ante ustedes con buenas noticias.

Seguro que estarán de acuerdo conmigo en que necesitamos más que nunca, noticias que nos ayuden a levantar el ánimo. Yo por lo menos, y les hablo en primera persona, necesito escucharlas y también, compartirlas y contarlas. Y este pregón me brinda la oportunidad para hacerlo y estoy profundamente agradecida.

Les hablo ¡Atención! de la única noticia capaz de cambiar nuestras vidas y de llenarnos de luz y esperanza. Les propongo, si me lo permiten, que esta noticia ocupe desde hoy, la primera página, la portada a todo color, de nuestros corazones y que contagiemos a los demás la alegría que nos da ser cristianos hoy, aquí y ahora, a pesar de las dificultades que encontramos para ello cada día.

Y así he preparado este tiempo de cuaresma, con la ilusión de encontrarme esta tarde con todos ustedes. Lo que viene conviene, es una frase que quienes me conocen saben que repito continuamente en el día a día y que hoy cobra especial sentido para mí porque este último año ha sido complicado y difícil. Aunque también de mucho crecimiento y discernimiento.

Y así, con tanta sinceridad, les voy a hacer, si ustedes me lo permiten, la pregunta que me hago yo todos los años por estas fechas cuando se acerca la semana santa.

¿Qué creen que pasaría si Jesús volviera hoy, más de dos mil años después y se presentara en cualquier rincón del mundo? Lo haría entre bombas, desastres naturales, inmigrantes que buscan un lugar en el que refugiarse, muchos de ellos menores a los que ha puesto en el centro nuestro Obispo Don Santos defendiendo sus derechos y su integración, terrorismo, violencia, pobreza, injusticia, soledad…

No me negarán que hay que estar completamente loco de amor para querer venir a entregarse por nosotros, que muchas veces damos la espalda a Dios y no estamos a la altura de las circunstancias.

Convendrán conmigo que hay seguro algo extraordinario y que se nos escapa. Porque es difícil imaginar un AMOR así de grande, incondicional y abnegado. Y además muchas veces poco correspondido.

No sé qué pensarán, pero yo tengo claro que un año más tenemos ante nosotros el mismo misterio y que debemos ponernos en marcha.

Ha llegado el momento de acompañarle en su calvario, de arroparle y de escucharle, de agradecer su generosidad, de curar y aliviar sus heridas y de pedirle perdón, de renovar nuestra fe y de empezar de nuevo, de ser mejores cristianos y de invitarle a entrar en nuestro interior, porque sólo así podrá, de verdad, mover y cambiar nuestros corazones. Podrá, llenarnos de luz y esperanza.

Les pediría por un momento que se detuvieran a sentir su presencia entre nosotros en esta Iglesia dedicada a nuestra señora de los ángeles, aquí en San Francisco, en la que nos encontramos ahora. Hace ya más de un año, la radio, me trajo hasta aquí y al entrar y escuchar a Paco cómo nos contaba la historia de San Francisco sentí que estaba en un lugar muy especial.

Sin lugar a dudas esta ciudad lo es. Siempre me he ido de aquí mejor de lo que he llegado, de hecho, creo que vuestra ciudad me ha ayudado a ser mejor. Años jubilares, programas nacionales, los milagros del santo, las ferias de la concepción, las doncellas y sobre todo el ejemplo de amor del santo han marcado mi trayectoria profesional y personal y han dejado una huella imborrable en mi corazón. Confío en que ahora este pregón de semana santa me acerque todavía más a Dios y me conecte aún más con todos vosotros. Creedme si os digo que me siento una vecina más de esta maravillosa ciudad.

Fíjense si Santo Domingo de la Calzada es especial que aquí decidió Domingo García, instalarse después de intentar empezar una nueva vida dedicada a Dios en los monasterios de Valvanera y San Millán de la Cogolla, a comienzos del Siglo 11.

Sus primeros años en tierras riojanas los pasa entre la oración y la penitencia preparándose para su gran vocación: ser buen samaritano y ángel protector de los romeros a Santiago. Y además albañil, enfermero, hospedero y un apoyo importante para todo aquel que le necesitara. Un derroche de generosidad, amor y talento.

Echemos la vista atrás e imaginen ahora, por un momento, a Jesús llegando a Santo Domingo en aquellos años en los que nuestro santo mejoró los caminos y preparó los albergues para recibir y ayudar a los peregrinos. Yo le imagino descalzo atravesando, como un peregrino más, la famosa calzada que da nombre a esta ciudad, enormemente orgulloso y agradecido por su obra.

Los Peregrinos del siglo 21, continúan disfrutando hoy del legado de amor del Santo. Cientos de miles de peregrinos que nos visitan cada año en su camino a Santiago de Compostela, que atraviesan La Rioja cada uno con sus preocupaciones y sus inquietudes, pero todos ellos con algo en común: la luz de la presencia de Dios, que nos acompaña en cada paso por nuestro camino de la vida.

Pienso en el camino y no puedo evitar pensar también en la travesía de Jesús en el desierto, en sus 40 días de silencio y soledad, de miedo e incertidumbre, en su resistencia a las tentaciones y, como no, en su fortaleza. Un lugar inhóspito y duro, pero también de contemplación y paz para concentrarse en lo importante y encontrarse con Dios.

Un recorrido, que es un lugar de paso necesario para todos, un camino interior que simboliza la fe y que nos recuerda que somos frágiles.

Jesús camina por el desierto como los peregrinos a Santiago de Compostela y como nosotros lo hacemos hacia la vida eterna.

Los cristianos de hoy necesitamos fortalecer nuestra fe y necesitamos también ejemplos y espejos en los que mirarnos porque la Iglesia nos está llamando y nos necesita más que nunca. Debemos mirarnos más en Jesús.

Hoy quiero recordar que nuestra Iglesia, de la que todos formamos parte, tiene enormes desafíos por delante y los laicos cobramos, cada vez, más protagonismo. La Iglesia nos pide que demos un paso adelante y que salgamos al encuentro de nuestros hermanos para llevarles un mensaje de esperanza. Aprovechemos la Semana Santa como un momento excepcional y de gracia para empezar otra vez. Pienso sinceramente que es una gran oportunidad para hacer crecer y renovar este compromiso.

Aunque no lo creamos, nosotros, podemos transformar nuestra realidad más cercana. El mundo mide lo que abarcan nuestros brazos, así me lo ha dicho siempre mi madre y es ahí donde podemos curar las heridas de quienes, como Jesús, están sufriendo y están cerca de nosotros. Podemos poner en práctica ese AMOR incondicional y abnegado, ese AMOR en mayúsculas del que les hablaba al comienzo de este pregón.

Y así lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo cada vez que se nos necesite.

Pensemos en Valencia y en la tragedia de la DANA. España entera y también esta ciudad de Santo Domingo, para orgullo de todos, se volcó desde el primer momento con el pueblo valenciano. Un ejército de voluntarios limpiando calles y casas, preparando comida y repartiendo todo lo que podían, una cadena humana de ayuda que fue ejemplo de nuestra mejor versión.

Experimento la misma sensación al contemplar la labor de una organización de la que como cristiana me siento tremendamente orgullosa. Les hablo de Ayuda a la iglesia necesitada y de su trabajo para combatir la pobreza, la discriminación o la persecución lejos de nuestras fronteras, en lugares como Ucrania (en esa guerra terrible que dura ya demasiado tiempo), Israel y Gaza, Tierra Santa, Nigeria, Pakistán, Siria, el Líbano, Nicaragua o Burkina Faso entre otros muchos.

Escenarios terribles en los que mueren miles de inocentes y en los que cientos de sacerdotes y religiosas se juegan la vida a diario, creo que hoy conviene que les recordemos y este pregón es un buen momento para honrar y aplaudir tanto amor y tanta valentía. Imaginen ahora a Jesús caminando 2000 años después por cualquiera de estos lugares.

Nosotros aquí podemos estar a la altura y colaborar con ellos y además debemos hacer frente a otros desafíos que están en nuestro mundo como la amenaza del relativismo moral que tanto daño hace a nuestra religión y a nuestros valores.

Por eso, tenemos que estar unidos y recorrer este camino juntos. Así lo hicieron los primeros cristianos que siguieron a Jesús y tampoco fueron tiempos fáciles ni sencillos para ellos.

Fueron capaces de vencer el miedo y a ellos les debemos lo que hoy somos nosotros. Sal de la tierra y luz del mundo.

Empecemos por lo que tenemos más cerca, en nuestras propias familias. Con los más pequeños de la casa que, como todos nosotros, tendrán que recorrer un camino, muchas veces, complicado a lo largo de sus vidas y que necesitan una hoja ruta.

Hoy quiero agradecer públicamente el mejor regalo que me hicieron mis padres y abuelos. Una fe que me ayuda a ser feliz y a sobreponerme en los días más sombríos y oscuros. Una fe y un ejemplo de vida, que hoy mi marido y yo tratamos de compartir con nuestra hija, ella es nuestro mayor tesoro. Esta tarde Alvaro, me acompañas aquí en un día muy importante para mí y quiero aprovechar la ocasión para recordarte cuanto te quiero y te necesito. Y también para agradecerte todo el amor que recibo cada día y que es mi principal motivación.

Me gustaría dirigirme ahora a los miembros de la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Santo Domingo de la Calzada y a todos los que de una u otra manera hacéis que la semana santa de esta ciudad consiga brillar año tras año.

Vosotros sois uno de esos ejemplos de los que hablaba y de esos espejos en los que conviene mirarse porque a vuestros preparativos se unen cada año otras muchas personas que se miran en vosotros. Grupos de voluntarios que se dedican a preparar y organizar los trajes y a repartirlos además entre aquellos que saldrán en las procesiones a las que asistirán el resto de vecinos y visitantes.

Hombres y mujeres que con sacrificio y duro trabajo conseguís transmitir la emoción y la profunda espiritualidad que marcan cada cuaresma y cada semana santa vuestras vidas.

Gracias a esa preciosa labor, nosotros podremos disfrutar de la belleza de los pasos, de la emoción de la música, impulsada por vosotros con mucho esfuerzo y éxito en los últimos años y de la vivencia de los últimos e intensos días de la vida de Jesús.

Un recorrido de pasión que convertís en una profunda experiencia de oración y de encuentro con Dios.

Y eso, es posible, gracias al empeño que ponéis cada día en vuestra colaboración altruista con la cofradía, y que, aunque hacéis con gusto y de corazón, implica mucho esfuerzo y hoy quiero agradecéroslo en nombre de todos.

Escribiendo estas líneas he pensado mucho en vosotros, en vuestras vidas y en vuestras historias personales. Seguro que muchos de vosotros sois cofrades porque lo fueron vuestros padres o abuelos. Una herencia que como la fe habéis querido cultivar con una enorme generosidad.

Además de la Cofradía de la santa vera cruz, que organiza la semana santa, vuestra parroquia cuenta con cuatro cofradías más: la del santo, la de san jerónimo Hermosilla, la del dulce nombre de Jesús y la de san isidro y todas colaboráis con la semana santa, distribuyendo y sacando los pasos de jueves santo y viernes santo junto a otras personas que también colaboran para que sea posible. Todos, tenéis mi agradecimiento y mi aplauso.

Me encantaría por un momento poder entrar en vuestro pensamiento y en vuestro corazón para poder sentir lo que vosotros sentís, permitidme que os diga que sois unos privilegiados acompañando al señor estos días. Como seguro que hacéis vosotros, nosotros también pondremos nuestras peticiones y necesidades a los pies de la cruz, confiando en que la virgen nos presente algo de su serenidad y de su confianza en Dios, que tanto necesitamos.

Como dijo San Agustín “Cantar es rezar dos veces” y así lo sienten seguro en la banda de tambores y cornetas de la cofradía que toca en las diferentes procesiones y que fue impulsada con mucho esfuerzo en los últimos años. Paco me cuenta que trabajó personalmente para que saliera la banda y que desde luego ese esfuerzo ha merecido la pena.

Tenéis que saber en cada acorde de corneta o en cada golpe de caja o bombo, los asistentes rezamos y pedimos perdón, nos arrepentimos y nos llenamos de fuerza para empezar de nuevo.

En cada ir y venir de las baquetas está Jesús, el mismo Dios que encontró Santo Domingo entre los peregrinos, el mismo que nos acompaña en los mejores y peores momentos de nuestras vidas, el único capaz de amarnos por encima de todo y de acompañarnos en las horas más inquietantes y cruciales de nuestras vidas.

Los cristianos nos dejamos llevar por nuestra fe y la manifestamos públicamente, en una muestra de fervor popular, de encuentro y de comunidad. Ese es, el único camino que debemos seguir en las tardes silenciosas de semana santa, sabiendo que Jesús está con nosotros.

Créanme si les digo que no hay una red social (ahora tan de moda) más potente que la del amor y la fe que nos unen por encima de todo. Aprovechemos para ponerla en valor y para reconectarnos entre nosotros y con las cosas que merecen la pena.

Me gustaría repasar brevemente algunos de los momentos más importantes de la celebración de la semana santa en santo domingo comenzado por el domingo de ramos.

La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, en la que un año más, saldrán los niños que este año harán la primera comunión llevando al hombro una borriquita pequeña, para que puedan cargarla. Es la procesión de las palmas de olivo, de los caramelos, las sonrisas y la alegría de los más pequeños de la casa que verán también a la otra borriquita acompañada por los cofrades de la santa vera cruz y seguida también por los priores del resto de cofradías y por los miembros de la corporación municipal, un ayuntamiento por cierto muy comprometido con su semana santa y que colabora para que sea posible. (Y eso querido alcalde es muy de agradecer y celebrar) La procesión saldrá de este convento de san francisco y llegará hasta la catedral acompañada por la banda de tambores y cornetas.

Una mención especial merece también el besamanos de la virgen que podremos disfrutar el miércoles santo en San Francisco. Una tradición preciosa impulsada en los últimos años, animada también por la banda y que pone en un lugar relevante a la virgen de los dolores a la que todos los vecinos pasarán a saludar y a rendir homenaje.

Desde niña siempre he sentido una ternura infinita por la virgen y siempre me ha resultado muy fácil comunicarme con ella, creo sinceramente que es un poder y una capacidad de escucha que solo tienen las madres.

Hoy ya como madre que he tenido la fortuna de ser, nuestra relación ha crecido y mis ojos se reflejan en los de la virgen al ver a su hijo sufrir y asistir impotente a ese sacrificio. Cuanto dolor, cuanta generosidad, cuanto amor y cuanta fe. Cuantas cosas me sigue enseñando nuestra madre del cielo. Ella representa el amor sin límites, el “Amar hasta que duela” del que hablaba la madre Teresa y que siempre me ha sobrecogido.

Hoy quiero acordarme de todas las madres y también de las abuelas que a diario sufren por sus hijos o sus nietos, por su dolor, su enfermedad o su ausencia. Que la virgen de los dolores les de fuerza y consuelo y les ayude a sobreponerse ante la adversidad. Confío en que la Virgen acoja bajo su manto todas nuestras plegarias, ella que nos conoce mejor que nadie y sabe lo que necesitamos.

Los cristianos tenemos en el jueves santo un día para reflexionar sobre el amor. Jesús ya hacía referencia al amor en la última cena. Un año más podremos disfrutar de ese precioso paso gracias a la colaboración del ayuntamiento de santo domingo con la cofradía dedicado a la última cena, en el que se hizo un esfuerzo económico importante y que sin lugar a dudas ha merecido la pena.

“Os doy un mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros como yo os he amado. En esto reconocerán que sois mis discípulos: en el amor que os tengáis los unos a los otros.”

La verdad es que después de este mandamiento poco más se puede añadir, el mensaje es claro, los cristianos debemos ser un ejemplo de amor, pero un amor con compromiso y no sólo puramente sentimental. El amor del que habla Jesús engloba la solidaridad, la generosidad o el perdón que tenemos que intentar reproducir en nuestras familias y amigos. Y amar es también servir.

Jesús se postra de rodillas ante sus discípulos como el santo ante los peregrinos para lavarles o curarles los pies. Un ejemplo precioso que nos anima a convertirnos en servidores de los más vulnerables o necesitados. Siempre me ha fascinado el voluntariado que no es otra cosa que el servicio a los demás y hoy quiero acordarme de todos esos voluntarios que dedican su tiempo a quien lo necesita.

Por las calles de Santo Domingo veremos el jueves santo los pasos de la última cena, la oración en el huerto, la flagelación, el ecce homo y la dolorosa. Y todos acompañados por la banda de tambores y cornetas y también por la banda municipal.

Otro momento que merece la pena destacar es el viacrucis del viernes santo, en el que el crucificado saldrá en procesión a las doce por el casco histórico y al que acuden muchas personas con gran devoción.

Ese día también veremos a la verónica, el descendimiento, el santo entierro y la dolorosa. Participan todas las cofradías con sus voluntarios y las mujeres tienen un papel relevante con la dolorosa a la que acompañan con fervor. De nuevo escucharemos a la banda de cornetas y tambores y a la banda municipal de música y veremos a la corporación municipal y al alcalde de la cuidad participar en un día tan importante para los cristianos.

Procesiones y pasos que nos ayudarán a revivir la crucifixión de Jesús y su muerte en el calvario. Una muerte injusta y cruel, pero al mismo tiempo necesaria. A través de su sufrimiento, Jesús nos salva y hace posible el gran plan de Dios: que todos vivamos de nuevo y para siempre. La semana santa no tiene sentido sin la resurrección. El domingo podremos ver una procesión preciosa y muy emocionante. De la catedral saldrá la virgen de los dolores para llegar hasta San Francisco. Allí se encontrará con el resucitado y juntos volverán en procesión a la catedral para asistir a la gran celebración de la eucaristía. Participa toda la ciudad, acuden muchos vecinos y como no la banda de tambores y cornetas.

El pregón que hoy he tenido el honor de pronunciar no significaría nada sin el pregón pascual y ahí está la gran noticia que he venido a contarles esta noche y de la que les hablaba al comienzo. Esa es la gran exclusiva: Cristo resucita y la muerte no es el final.

Queridos amigos lo mejor de tener fe es saber que vamos a vivir para siempre y que nos espera una vida eterna junto a Dios.

El sepulcro vacío no es el final de la historia, sino el principio y ahí es cuando el cristianismo cobra todo su valor. Jesús muere y resucita y rompe para siempre las cadenas de la muerte. Ese es el motor que debe impulsar nuestras vidas. Ojalá nos acompañe siempre la palabra esperanza. Para levantarnos cada día, para superar las dificultades y para afrontar el futuro con decisión y alegría. Todo lo que pongamos a los pies de la cruz será recibido.

Preparando este pregón han sido muchos los recuerdos de infancia que han venido a mi cabeza, las vacaciones de semana santa, los ramos de olivo y laurel, las torrijas, los buñuelos y los huevos de pascua, las procesiones y películas, mi madre y mis hermanos, mis abuelos y mis tíos, el calor de la chimenea y, sobre todo, esos momentos felices y en familia, acompañando a Jesús.

 

Autoridades, queridos miembros de la Cofradía de la santa vera cruz, amigos, señoras y señores, termino ya este Pregón, enormemente agradecida, inmensamente feliz y con el corazón lleno de esperanza.

Gracias Alvaro por compartir camino conmigo cada día. Tu y Vega sois la mejor compañía que podía tener.

Y Gracias querido Paco, por tu confianza, te confieso que necesitaba un pequeño paréntesis y este pregón, me ha inundado de amor, de fuerza y sobre todo de DIOS.

Que en los próximos días los tambores, que siempre nos han estremecido suenen atronadoramente en nuestro interior y que a nuestra memoria vengan todas las procesiones de Semana Santa, las que hemos vivido y las que están por llegar.

De momento se acerca la Semana Santa de este año 2025 y será muy especial. Les invito a que la vivan con pasión y deseo de corazón, que la próxima Pascua les llene como a mí de luz y alegría.

 

¡¡¡Buenas noches y muchas gracias!!!!

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