Símbolos para vivir el Adviento

Este año, con motivo del Adviento, queremos conocer más de carca algunos de los símbolos propios de este tiempo:

  • Una llamada: Resonará fuertemente en la Palabra de Dios. ¡Preparad el camino del Señor!
  • Tres voces: Las de Isaías, Juan el Bautista y la Virgen María María. ¿Dejaremos que resuenen en nuestras conciencias?
  • Un color:  El morado de los ornamentos. Hace presente la esperanza, y nos recuerda que estamos en un tiempo de preparación, en este caso a la Navidad. En el tercer domingo de Adviento -“Gaudete”- se suavizará en el rosa, para recordarnos que ya estamos avanzados en ese camino de preparación, para que no nos desanimemos.

  • Un símbolo. La corona de Adviento: No es propiamente un signo litúrgico, pero nos va haciendo presente el camino de nuestra preparación espiritual. Las luces van creciendo, hasta que recibamos al que es la Luz verdadera. El verde se va marchitando, pero brotará un renuevo.  La corona la vemos en muchas iglesias. ¿Por qué no hacerla también en casa?

  • Un ambiente: La austeridad, que debe presidir nuestras iglesias y celebraciones: pocas flores, sobriedad en la música… ¡Centrémonos en lo importante! Pero también la alegría, subrayada sobre todo en el tercer domingo de Adviento, pero presente en todo este tiempo.

  • Una invitación: Porque el Adviento, más que nunca, es un tiempo de oración.

  • Ocho días: Una octava, desde el 17 hasta el 24, que nos invitan a prepararnos más fuertemente para la Navidad.

  • Ocho nombres: Cada día de esa octava, en la antífona del Magníficat, en Vísperas, o en el versículo del Aleluya, llamaremos a Cristo por un nombre distinto. En latín: Sapientia (Sabiduría), Adonai (Señor, en hebreo), Radix Iesse (Raíz de Jesé), Clavis David (Llave de David), Oriens (Sol que nace), Rex Gentium (Rey de las Naciones), Emmanuel (Dios con nosotros). Ocho palabras cuya primeras letras, leía al revés, irán formando un acróstico: las palabras ERO CRAS (“llegaré mañana”). ¡Viene el Señor!.

  • Una virtud teologal: Que es, por tanto, un regalo de Dios: la esperanza. Sin olvidar las otras dos -fe y caridad- porque las tres van juntas y una no se puede dar sin las otras dos. Que realmente sean las actitudes que guíen nuestra vida cristiana.

Ramón Navarro Gómez, director del secretariado de la Comisión Episcopal para la Liturgia.

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