Este domingo previo a la publicación del siguiente número de Pueblo de Dios leemos en el Evangelio que un discípulo le dice a Jesús que alguien que no pertenece al grupo de los seguidores del Señor anda también expulsando demonios como ellos sin que nadie se lo haya pedido, lo que suena a queja, con la intención de que el Maestro haga algo al respecto. Y así ocurrió, pero no en el sentido que dicho discípulo esperaba sino con la ya conocida contestación del Señor: “El que no está contra nosotros está a favor nuestro” (Mc 9, 40). Dentro de las posibles interpretaciones que todo texto de la Escritura puede encerrar nos encontramos en este caso con la invitación a que los cristianos trabajemos junto a otras personas en todas aquellas causas nobles que ayuden a la construcción de un mundo mejor, donde se defienda la dignidad de la persona humana, aunque aquellos con los que se comparte ese objetivo no participen de nuestro credo. Así nos lo recuerda el Concilio Vaticano II en una de sus Constituciones: “todos los hombres, creyentes y no creyentes, deben colaborar para la correcta edificación de este mundo en el que viven juntos” (Gaudium et spes nº 21).
Una de estas causas ante la que los cristianos no podemos permanecer indiferentes es la del mundo del trabajo. Lejos de etiquetas fáciles e ideológicas que nada tienen que ver con la implicación que solicita nuestra Doctrina Social de la Iglesia, hace ahora diez años que surgió una iniciativa eclesial llamada Iglesia por el Trabajo Decente (ITD), cuyo nombre lo expresa todo lo que quiere ver logrado, señalar las deficiencias que lo impiden y las medidas que lo pueden favorecer. Este aniversario no significa que la Iglesia no se haya pronunciado hasta ahora en este terreno. Lo ha hecho siempre, como es fácilmente comprobable, desde los textos de la Escritura de donde brota su posición (por ejemplo, la lectura de la carta del apóstol Santiago de este mismo domingo -Cf. Sant 5, 4-) hasta los documentos del Magisterio a lo largo del tiempo, con la intención de incidir en las necesarias condiciones que han de acompañar al ámbito laboral.
El próximo 7 de octubre se celebra la Jornada Mundial del Trabajo y la iniciativa ITD quiere recordarnos las graves situaciones que vivimos. No puede dejar de afectarnos la realidad del desempleo, la siniestralidad laboral, la falta de conciliación entre la esfera laboral y la familia, y un largo etcétera que requiere de la puesta en práctica de medidas de mejora arbitradas por la Administración y los distintos sectores del mundo del trabajo.
Cuando escribo este texto, la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que está directamente relacionada con el tema que abordamos, ya que la situación laboral de las personas migrantes es un capítulo más de la complejidad que trata de visibilizar el compromiso de ITD.
En nuestra Rioja, bien cargada de fiestas en estas semanas de comienzo de curso, se recordaba una buena noticia laboral al terminar la famosa procesión del “robo” de los mártires S. Cosme y S. Damián. Uno de los locutores, que reproduce la amigable pugna entre riojanos y navarros, aludía a la lección solidaria que se había producido en una empresa de calzado de Arnedo tras sufrir un terrible incendio a finales del año pasado. Las buenas acciones son posibles y hemos de favorecerlas.
Siguiendo el empeño de ITD, desde la Diócesis estamos dispuestos a participar en los encuentros con los distintos sectores implicados en el ámbito laboral para empujar juntos en el trabajo decente que todos esperamos.