En estos últimos días previos a la Semana Santa, nos seguimos disponiendo para acoger con agradecimiento y responsabilidad el acontecimiento que cose definitivamente el cielo y la tierra a través del recuerdo y actualización de los hechos históricos de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, en cuya manifestación pública se vuelca todo el pueblo cristiano empleándose, de diferentes modos, con verdadera dedicación.
El cuidado de lo que hemos recibido, que forma parte de un modo de concebir la vida, de una cultura concreta que nos configura, nos anima a expresarlo con el genio peculiar de cada generación, volviendo a resaltar la centralidad del mensaje de fe que transmitimos.
A través de las distintas escenificaciones en las que se narran los hechos de nuestra salvación, podemos reconocer la invitación que se nos hace a adentrarnos en este misterio de reconciliación por el que Jesús se entrega libremente para alcanzarnos la vida verdadera.
El misterio del dolor expresado de forma artística a través de las imágenes no es mera mostración estética, por más que cuidemos los detalles. Quiere emplear su lenguaje comprensible por todos y afectarnos.
Es conocida en Logroño la hermosa iniciativa de acercar la imagen de Cristo atado a la columna para que pueda ser tocado y sentido por aquellos que no pueden contemplarlo de otro modo. Los diferentes reportajes de prensa de estos días nos daban cuenta de la emoción y la caridad mostrada a través de estos gestos sencillos que suponen tanto para muchas personas. Se puede ver con los ojos del alma, y comprender el misterio por el que todo guarda sentido, como aquel discípulo que Jesús tanto quería, que al contemplar lo sucedido, vio y creyó. Esta es la experiencia a la que somos llamados.
Animémonos, por tanto, a contemplar estas imágenes que recorrerán nuestras calles, signo también de nuestros itinerarios personales; que nos ayuden a interiorizar el deseo de acompañar el dolor de Jesús y, por tanto, el de los inocentes. Dejémonos afectar por su cercanía, experimentar su consuelo y la dispongámonos a llevarlo a los que viven a nuestro lado, venciendo resistencias, intereses y esquemas particulares.
Dispongámonos a hacer este recorrido, donde la costumbre y la vistosidad de los pasos y otros elementos que se van a exhibir, aunque sean conocidos, no nos despisten de la intención de la Semana Santa para cada participante.
Nuestro agradecimiento a las autoridades y a todos los que participan y hacen posible el desarrollo de los distintos actos programados estos días, dentro y fuera de nuestros templos, recreando y actualizando lo que la tradición cristiana nos ha comunicado desde sus comienzos.
Que estos días sean una ocasión para profundizar en nuestra condición humana en paz y tranquilidad y salgamos reforzados para ofrecer una convivencia respetuosa entre todos.
Dichosa experiencia de la Semana Santa que culmina con el mejor saludo que podemos ofrecer: ¡Feliz Pascua! Que los brazos abiertos de la misericordia de Dios nos alcancen a todos y nos hagan ver y creer.