En el tiempo de Pascua en el que nos encontramos muchas personas asisten a las celebraciones religiosas con motivo de algún sacramento, ya sean fieles habituales o convocados especialmente para estos encuentros. Uno de los detalles litúrgicos que varía en las confirmaciones y en los bautismos es la proclamación del Credo en forma de preguntas y respuestas, en vez de la recitación continuada de los fundamentos de nuestra fe.
Esta razón catequética tomada de los orígenes de las celebraciones sacramentales separa dos momentos: la toma de conciencia de lo que necesitamos dejar y la adhesión a lo que queremos vivir. Aquello a lo que “renunciamos” y aquello en lo que “creemos”. Se trata de dos ejercicios que marcan el seguimiento de Jesús. El No y el Sí van de la mano para marcar el camino que agrada a Dios. La tentación, como tantas veces, será la de intentar salirnos con la nuestra, compaginando lo que en sí mismo es contradictorio, como le ocurrió a aquel joven rico que quería seguir a Jesús sin abandonar lo que se lo impedía, según el famoso pasaje del Evangelio. Renuncia y adhesión son las dos caras de la vida de fe. Este ritmo lo podemos comprobar en nuestro propio organismo y es perfectamente extrapolable a diferentes actividades de la vida humana. No estaría mal hacer un repaso de nuestras intenciones y reconocer hasta qué punto nos decidimos por clarificar ambas tendencias, de modo que no impidan o ralenticen metas convenientes para nuestra vida.
De entre las distintas actividades que podríamos entresacar, como ejemplo de lo que venimos comentando, nos podemos fijar en el ámbito laboral, con motivo del Día Internacional del Trabajo, que conmemoramos el primero de mayo. La figura de San José, cuya vida es la puesta en práctica de los dos ejercicios mencionados, ilumina esta jornada.
En la última Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, titulada “Dignitas infinita”, sobre la dignidad humana, se muestran los principios fundamentales que la sostienen y las diversas injusticias que se cometen contra ella. Entre estas, se incluye el mundo del trabajo. Citando el Concilio Vaticano II, este documento expone “las condiciones laborales degradantes, que reducen al operario al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a la responsabilidad de la persona humana”. En esta tarea de sensibilización y denuncia de las condiciones laborales deplorables se encuentra la iniciativa de Iglesia por el Trabajo Decente (ITD), que opera también en La Rioja, y recuerda, con palabras del Papa Francisco que, “cualquier injusticia cometida contra el trabajador es un atropello a la dignidad humana”.
Son de agradecer, en beneficio del bien común, las prácticas empresariales y laborales que actúan de modo responsable en su ejercicio cotidiano, lo que supone un ejemplo esperanzador de cómo los intereses legítimos de todos pueden ser atendidos cuando se establecen relaciones justas entre las partes. Cada una de ellas podría aplicar el esquema de la renuncia-adhesión para mejorar un sistema que tantas repercusiones tiene para todos.
La liturgia, una vez más, nos educa para la vida. Lejos de pensar que nuestras celebraciones se agotan en sí mismas, aisladas de todo lo demás, como si se tratara de un acto privado sin ninguna repercusión en sus participantes y en la sociedad.