Aunque no hace falta esperar a la Navidad, bien clavada en el calendario, para recordar que su mensaje es constante y abarca todos los momentos del año, lo mismo podríamos decir del DOMUND, el Domingo Mundial de las misiones, que aunque lo celebraremos, Dm, el próximo día 20 de octubre, no significa que su pretensión quede reducida a este día para olvidarnos de todo lo que supone hasta el próximo año.
Esta jornada nos recordará, sin duda, la naturaleza misionera de la Iglesia, que le hace salir de sí misma y partir en todas las direcciones para anunciar la Buena Noticia del acontecimiento de Jesús a todos los rincones de la tierra, a lugares recónditos que nadie podría pensar que hasta allí se ha desplazado gente de otra cultura y condición para acercar la fraternidad del Señor a quien nunca hubieran conocido de no ser por estos intrépidos mensajeros del Evangelio.
No se trata de internacionalizar un producto a modo de una gran empresa como si fuera a generar grandes beneficios. El beneficio, en el caso de la misión, queda en los que lo llevan y en los que lo acogen; la convicción de que lo que se propone a vivir es tan firme y puede generar un bien tan grande que no dejan de gastarse vidas a lo largo de generaciones para insistir en el desarrollo integral que supone el conocimiento y la puesta en práctica de la fe de la Iglesia.
Lo queremos anunciar con los altavoces de nuestro mundo moderno en esta jornada del DOMUND, a través de los medios de comunicación, con nuestro compromiso económico, orante y colaborador en las distintas tareas que puedan ayudar al buen fin de esta iniciativa mundial. Darse una vuelta por la página web, www.domund.es, puede contribuir a tomar conciencia del mucho bien que se reparte de forma continua.
El lema del DOMUND de este año es “Id e invitad a todos al banquete”. Y esto nos atañe a todos. Pero, ¿quién se siente llamado a invitar a otros a participar del manjar de la relación con Dios? ¿Acaso no somos todos los bautizados los responsables de gustar de los frutos de nuestra fe y de ofrecerlos a los demás, a todos, sin distinción? Hagamos memoria y caigamos en la cuenta de lo que significa para nosotros la fe que decimos profesar. ¿Con quién la compartimos?, ¿a quién invitamos para que participen de aquellos actos de la comunidad cristiana a la que podrían sumarse? Y si no los hubiera a nuestro alrededor, ¿dónde podríamos acudir para conocer la realidad que a uno le gustaría encontrar? La misión implica no conformarse con la carencia que se ve, sino disponerse a colaborar con esperanza para que se produzca el fruto se nos pide que aparezca, obra de la gracia.
Termino con unas últimas líneas dedicadas a la Delegación de Misiones de nuestra diócesis, que difunde lógicamente esta campaña, y que además, se empeña en mantener el contacto con los misioneros riojanos, laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas, que partieron de nuestra tierra dispuestos a decir con su dedicación personal que no hay fronteras para la fe, que todos son amados por un Dios encarnado para que gocemos de una vida verdadera. Nuestro agradecimiento profundo a todas las personas que se dedican a la misión y a todos los que la hacen posible.
Santos Montoya Torres
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño