El tercer domingo del Tiempo Ordinario, es decir, el correspondiente a la semana pasada, celebramos el Domingo de la Palabra de Dios. Esta iniciativa del Papa Francisco quiere incidir en la necesidad que tenemos los que nos decimos creyentes de conocer y amar lo que Dios ha querido manifestar a través de los escritos de tantos mediadores del Antiguo y Nuevo Testamento.
Sabemos que la fe se nutre de la Biblia y que no puede olvidarse de ésta para la maduración de la vida cristiana, aunque la intención de Dios no se agota en lo que podemos leer en ella; la Palabra lleva asociada una Tradición y un Magisterio que garantizan su comprensión y los pronunciamientos ante los diversos interrogantes con los que la Iglesia se enfrenta en su andadura por la Historia.
Gracias a la difusión de la Escritura en sus diferentes ediciones y formatos, en papel y en Internet, con todas sus posibilidades, hoy es más fácil que en otras épocas familiarizarse con la Palabra de Dios, lo que nos hace más responsables de nuestra vinculación con el texto sagrado.
En el plan pastoral de nuestra diócesis, que como saben lo pueden consultar en nuestra página web, quisimos incluir este aspecto fundamental de la vida cristiana. En el primer objetivo, indicamos como una línea de acción pastoral “proponer grupos de oración con la Palabra de Dios”, en concreto con el Evangelio de San Marcos, que es el que se desarrolla a lo largo de este Año Litúrgico en el que nos encontramos, identificado con la letra B, para diferenciarlo de los otros dos acercamientos que permiten que cada tres cursos se haya repasado básicamente el contenido de la Palabra escrita.
Pues bien, cabe preguntarse entonces, animados por la propia dinámica de fe, la iniciativa del Papa Francisco, y nuestra propuesta para este curso pastoral, de qué modo estamos respondiendo a esta dimensión de nuestra vida cristiana.
El primer encuentro sacerdotal mensual de este curso, el correspondiente a octubre, lo dedicamos precisamente a esta cuestión, presentando el Evangelio de Marcos, y animando a establecer estos grupos de oración con la Palabra, en los que compartir de forma sencilla el Evangelio del domingo. La idea era que el sacerdote orara con sus feligreses situando a la Palabra en el centro y dejándonos edificar por ella.
La metodología que se pretendía establecer era bien sencilla, algunos ya la conocerán de experiencias pasadas. Consistía en tomar conciencia de estar ante el don de la Palabra, con una breve oración inicial de ambientación a cargo de algún miembro del grupo; leer el texto evangélico en cuestión y dejarlo reposar unos momentos de silencio para a continuación expresar su impacto en cada participante. Esa imagen sinodal de compartir con tranquilidad lo recibido, sin una necesaria erudición, podría ser una buena forma de construir la comunidad. Esto mismo podría realizarse en familia o en las comunidades de vida consagrada.
El domingo pasado el salmo nos invitaba a repetir: “Señor, enséname tus caminos”. Qué mejor itinerario que el marcado por el mismo Dios a través de su Palabra, siempre viva y eficaz para orientar nuestra vida.
Que en esta semana del 18 al 25 de enero, en la que pedimos por la unidad de los cristianos, la meditación de la Palabra facilite nuestro mutuo acercamiento y nos ayude a seguir juntos por los caminos del Señor.